Fin de semana de agosto. Tal vez el fin de semana con menos gente en Madrid. Y uno de los pocos fines de semana en la parroquia en que hay pocos bautizos, sólo uno. Ya llegará septiembre en el que hay nueve y once bautizos cada fin de semana (y los hacemos de uno en uno que se disfruta más que peleándose con cuatro familias cada vez). Así que hoy un día relajado: tres misas, un bautizo y tiempo para rezar, pasear, leer e incluso que me vea algún capítulo de alguna serie (que me vea el capítulo a mí, yo seguro que me quedo dormido). No sé si estarán tan tranquilos los padres de Nicolás, que el niño que bautizamos hoy. Varias veces se les va a preguntar a los padres si van a educar a su hijo en la, si cumplirá los mandamientos y amará a Dios y al prójimo, si serán sus educadores en la fe y lo hagan de palabra y de obra. Y contestarán a todo que sí (espero), y saldrán de la parroquia con una tarea preciosa, pero enorme.

El pueblo respondió: -«¡No! Serviremos al Señor.» Josué insistió: -«Sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido servir al Señor.» Respondieron: -«¡ Somos testigos! » Josué contestó: -«Pues bien, quitad de en medio los dioses extranjeros que conserváis, y poneos de parte del Señor, Dios de Israel.» El pueblo respondió: -«Serviremos al Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos.»

Después de tantas promesas el pueblo se volvió tantas veces contra el Señor. También cuantos padres bautizan voluntariamente a sus hijos, prometen al Señor educarlo en la fe, la piedad y la caridad…, y no vuelven a hablarle de Dios hasta la catequesis de primera comunión (y eso si el niño no es “muy maduro” y decide no hacerla). Jamás rezan con sus hijos ni por sus hijos (a no ser en caso de enfermedad), no les dan ningún ejemplo de piedad o virtud, Dios Padre, Jesús y el Espíritu Santo son esos grandes desconocidos. La Eucaristía es la pastillita o la galleta y la Virgen esa señora. Pero eso sí, el día del bautismo: ¿Sabéis que os comprometéis a educarlo en la fe? SÍ, LO SABEMOS. (Así, con mayúsculas).

No es fácil educar, lo comprendo, hay muchas presiones y muchas influencias. Tenemos “urgencias” diarias que vuelven lo accesorio fundamental y lo importante superfluo. Pero ojalá los padres que bauticen a sus hijos estén dispuestos a dejarse ayudar. Dejarse ayudar por la Iglesia, por la parroquia, por el Espíritu Santo y por Jesús. «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.» Poner a vuestro hijos en manos de Dios, con confianza, sin recelos, sin miedos, sin trabas. Dios los quiere más que vosotros mismos y tiene para ellos un destino de felicidad y de gloria. No tengáis miedo a que vuestros hijos sean piadosos, entregados, serviciales, sinceros, castos, pudorosos, alegres, generosos. Cualquiera diría que por supuesto que quiere eso para sus hijos, pero lo entrega en manos del consumismo, la codicia, el disfrute o el “me apetece”, la comodidad, la pereza, la sensualidad y la avaricia que no son los mejores consejeros.

Ofreced a vuestros hijos a la Virgen María (asía acabamos cada bautizo), con confianza y gastaros en dejarles la herencia que nunca perderán ni derrocharán: el don de la fe.