En primer lugar quería agradecer de corazón todas las oraciones y sufragios que habéis ofrecido por mi padre, que falleció hace un mes. Da mucha paz saber que tantas oraciones de todas partes del mundo llegan hasta el Señor. Pero vamos con el Evangelio.
Ayer el Cardenal de Madrid bendijo las nuevas imágenes de la parroquia: la Virgen con el niño en brazos, una imagen de Juan Pablo II y uno ángeles que rodean el Sagrario (los más discutidos de todos, por ser de otro escultor). Son tallas grandes, tamaño natural, y que llenan vacíos que tenía el templo. A pesar de eso muchos entran hoy en la parroquia y me dicen: “A ver si veo las nuevas imágenes”. Y yo pienso para mis adentros. “Como no las veas tienes un verdadero problema visual o eres muy, muy despistado” Pues aún así uno ha salido y me ha dicho que no se ha dado cuenta. No sé si envidiar su recogimiento o pensar que realmente está en la higuera. La expresión “estar en la higuera” significa el estar completamente despistado, atolondrado e indiferente al entorno. No suele ser bueno estar en la higuera, aunque la ausencia de curiosidad es una virtud que cada día valoro más.
“Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí”. Curiosamente los bajitos estamos más cerca del cielo. A Zaqueo el Señor le pilló “en la higuera”. Ciertamente estaba despistado, él no iba a encontrarse con el Señor, simplemente curioseaba. Pero no se quedó en su baja estatura, superó los obstáculos y se subió a la higuera. Queriendo ver a Jesús fue Jesús el que le vio a él y escuchó su voz. Y ese llamarle por su nombre le llegó al corazón. No pensaría jamás que el que había escuchado que era “el maestro” le elidiría a él para ir a su casa. Entonces bajó de la higuera y le abrió la puerta. Muchas veces no queremos abrir la puerta a Cristo, preferimos verle desde lejos. Pondremos las pegas de nuestros pecados, nuestra miseria, el “qué dirán”, la falsa humildad…., lo que quieras. Sólo son excusas, si Jesucristo te llama por tu nombre, y no dudes que te llama, (“¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado?”) ábrele la puerta, será la salvación de esa casa. Como ahora tenemos la imagen de Juan Pablo II podemos recordar esas palabras suyas: “No tengáis miedo. Abrid de par en par las puertas a Cristo”
Y entonces cambiará tu vida. No creas que a peor, que perderás “calidad de vida” pues encontrarás la alegría y esa nadie te la puede robar.
Así que para un cristiano es muy bueno “estar en la higuera” siempre que esa higuera te ayude a encontrarte con Cristo. Tal vez sea un sacerdote, tu parroquia, tus padres, tu esposa…, ¡hasta la suegra!. Dios se servirá de tus defectos para llevarte hasta Él y te pondrá la ayuda que necesites.
La nueva imagen de la Virgen tiene al niño Jesús dormido en sus brazos. Hasta Dios quiso servirse de unas criaturas como José y María. No tengas miedo de los que Dios pone en tu camino para que te encuentres de verdad con la alegría del Espíritu Santo.