En ocasiones, en demasiadas ocasiones, da vergüenza ver en las noticias y en los diarios el comportamiento de los poderosos y los dirigentes. Cuando podrían ser el modelo en el que se mirase la juventud, y los no tan jóvenes, para saber vivir en sociedad, aprender el respeto, la búsqueda del bien común y el servicio a la comunidad…, lo que nos dan es ejemplo de corrupción, malas costumbres, lenguajes soeces, insultos, ir por su interés y prepotencia. Cuando ocurre algún caso de “micrófono abierto” en el que se escucha un comentario inapropiado en medio de una recepción, te das cuenta de la falsedad de su sonrisa y genera desconfianza. Hoy haría que donde se reúnen los poderosos escuchasen la primera lectura del libro de la sabiduría y la meditasen durante quince minutos: “A los más humildes se les compadece y perdona, pero los fuertes sufrirán una fuerte pena; el Dueño de todos no se arredra, no le impone la grandeza: él creó al pobre y al rico y se preocupa por igual de todos, pero a los poderosos les aguarda un control riguroso. Os lo digo a vosotros, soberanos, a ver si aprendéis a ser sabios y no pecáis; los que observan santamente su santa voluntad serán declarados santos; los que se la aprendan encontrarán quien los defienda. Ansiad, pues, mis palabras; anheladlas, y recibiréis instrucción”. No digo que todos los poderosos sean malos, pero todos deberían grabar en su corazón y en su mente estas palabras del Espíritu Santo.

“Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.

Éste era un samaritano.

Jesús tomó la palabra y dijo:

-«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? »”

Tal vez nosotros no seamos poderosos a los ojos del mundo, seamos sencillas personas que día a día van haciendo su labor. Pero tenemos que darnos cuenta de nuestro poder: ¡Somos hijos de Dios! Y cuando no vivamos como hijos de Dios, cuando nos creemos autosuficientes, nos dejamos llenar de orgullo o nos vence la pereza, cuando olvidamos las acciones de Dios en nuestra vida…., comenzamos a parecernos a los malos poderosos. Nos hacemos dueños de lo que no es nuestro si no somos agradecidos. Podemos tener la tentación, poco a poco, de irnos apropiando de los dones de Dios y reservamos para nosotros lo que Dios no sea para dar gratis.. Por eso: ¡Date cuenta de tu grandeza! Aunque tu vida parezca gris, escondida, indiferente al mundo e indiferente hasta para tu vecino…¡Has sido comprado a gran precio! Tienes un valor incalculable y Dios no ha dejado de darte dones que poner al servicio de los demás y de la Iglesia. Vuélvete en agradecimiento a Dios y entonces te darás cuenta de lo que has recibido. No puedes zar falso ante Dios, te conoce perfectamente y sabe lo que puedes dar. No te lo guardes. Y entonces serás feliz de tanto que has recibido.

María se sabe deudora completa del Señor y por eso no se guarda para si ni el hijo de sus entrañas. Aprendamos a darnos como ella.