Isaías 11,1-10

Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17

Lucas 10, 21-24

 

No creo que, en nuestros días, los maridos, compañeros… traten peor que nunca a las esposas, compañeras… Eso que los cursipedantes llaman “violencia de género” (”género lírico” -zurrar a otro con el tallo de una rosa-, “épico” -atizar un soplamocos a lo Álvar Fáñez, con planteamiento, nudo o nudillo, y desenlace- y “dramático” -asestar el sopapo, por leve que sea, entre gritos histriónicos que den ambiente de tragedia al asunto-) ha existido siempre… Pero ahora sale a relucir (no diré “sale del armario”, porque entraríamos en el “tercer género”). Me parece bien; las conductas violentas no deben ser silenciadas por miedo, y toda la ayuda que se preste a quien lo sufre será poca… Cosa distinta son las escandaleras farisaicas: los mismos que leen las revistas del corazón y viven enganchados de la telebasura, y los mismos periodistas que no se recatan en levantar con dinero las sábanas de los famosos se echan encima de quien ahora se beneficia del cotarro… ¡Hombre, eso es como crear una bomba, dejarla en plena calle, y arremeter contra el niño que la encuentra y prende la mecha!

Los atentados que constantemente nos asolan, la guerras en que Occidente está inmerso, la situación de miles de mujeres víctimas de malos tratos, la cosificación de miles de seres humanos en estado embrionario que en España están congelados como croquetas, los asesinatos de miles de niños… Y sólo una mirada superficial nos hará creer que la ejercen “los otros”. Tras los escenarios bélicos, los platós de la telebasura, los tubos de ensayo, o los hogares arruinados se esconde el mismo drama que late tras tu vida y la mía: la Cruz. Violencia son nuestros pecados, que han destrozado el Corazón de Jesús; tú y yo nos hemos situado, en el Calvario, del lado de los verdugos, aunque ahora pongamos nuestro grito en el cielo contra quienes, por desgracia, militan en nuestro propio bando.

Viene el Señor a juzgar la tierra: “Herirá al violento con la vara de su boca”, y “juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados”… Ya ves, hay dos bandos: el violento -tú y yo, que seguimos en nuestro pecado- y el Pobre y Desamparado: Jesús, sobre quien nuestros pecados recaen. Y estamos en el bando equivocado. Hay que darse prisa, hay que deponer las armas y subir a la Cruz, hay que acompañar al Señor con la oración. Porque, cuando Jesús venga, sólo quienes estén unidos a Él por la gracia y la penitencia podrán heredar ese reino donde -al fin- no habrá palestinos ni israelíes en guerra, ni carminas ni telebasuras, ni binladens ni bushes sacudiéndose, sino que “Habitará el lobo con el cordero (…) el novillo y el león pacerán juntos”… Allí nos espera María. Que Ella nos ate a la Cruz con lazos de Amor, para que, en este mundo dividido por la violencia, sepamos estar en el bando apropiado: el de la Paz.