Números 6. 22-27

Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8

San Pablo a los Gálatas 4, 4-7

San Lucas 2, 16-21

Comentaban ayer las noticias que con la cantidad de mensajes que se mandaron en la noche del 31, las empresas de telefonía ganarían en una noche lo necesario para construir 5 parroquias (lo de las parroquias no lo decían las noticias, pero como sigo en la calle es mi manera de medir los millones de euros). Parece mentira, tal cantidad de mensajes para anunciar algo que todo el mundo sabe, que cambiamos de año. O para que la gente que te aprecia te desee lo mejor, eso también lo espero. Si me llegase un mensaje de un enemigo (creo que no tengo, pero por si acaso), deseándome lo mejor para el año que viene sí me asombraría, pero esos no suelen llegar, al igual que las vocales en esos mensajes cortos. La costumbre hará que los primeros días del año nos equivoquemos al poner la fecha, pero las facturas nos ayudarán a recordarlo.

“ Los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores.” Esta noticia también puede parecer conocida, la Iglesia lleva 2000 años repitiéndola, pero no nos enteramos. Esto sí que merecería un montón de sms. Comenzamos el año. Unos lo habrán comenzado bebiendo, otros rezando (no pocos), y otros durmiendo. Y los cristianos comenzamos el año mirando a María, madre de Dios. Ella es la cuna, dada la dureza del pesebre, donde el Niño-Dios descansa. Nosotros nos empeñamos en ser pesebre: duros, fríos, llenos de briznas que se clavan por todas partes, en resumen: incómodos para Dios. Por eso la Iglesia nos recuerda, al comienzo del año, que miremos a María. Ella, criatura como nosotros, para Dios es sólo dulzura y cariño. Y ella nos recuerda que Dios ha querido descansar en la humanidad. Que para Dios no somos un estorbo, un puñal clavado en la espalda que le ha fastidiado la creación, sino que se goza en nosotros, “ Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.”

La fiesta de hoy, de María madre de Dios, creó muchas discusiones hasta que en el siglo V el concilio de Éfeso definió dogmáticamente que María era Madre de Dios. Los dogmas a veces nos pueden parecer imposiciones (excepto los del cambio climático, que crean devociones), pero es el recordarnos lo que la Iglesia cree por inspiración del Espíritu Santo. Y María, con el Hijo de Dios en sus brazos, nos recuerda lo que Dios nos quiere y lo que la criatura puede querer a Dios. No sólo recordamos hoy el amor de Dios, también hacemos presente el amor que podemos tener a Dios. Dios nos creó para el amor y nuestro amor no será completo hasta que su objeto principal sea el Señor. Los maridos con sus mujeres, los padres con sus hijos, los consagrados con su entrega: cada uno podemos hacer presente hoy, ahora, el amor que tenemos a Dios. El amor no acepta tibiezas ni mediocridades. Si Dios nos ha querido tanto ¿cómo no vamos a darle toda nuestra capacidad de amar?

María, madre de Dios, ella nos bendice desde el portal y nos dice para este 2014 “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz.” Esto sí que merece la pena mandar un sms.