Comentario Pastoral
DEFENSORES DE LA VERDAD

La cincuentena pascual está unificada por la alegría que proviene del Resucitado y se diversifica por los temas que se proponen a la consideración y vivencia cristiana. Hoy el creyente es invitado de manera especial a tomar conciencia explícita de la promesa del Espíritu Santo, el Defensor (éste es el significado exacto de «Paráclito»).

El Espíritu, del que se nos habla en el evangelio de este sexto domingo de Pascua tiene una doble función: en el interior de la comunidad mantiene vivo e interpreta el mensaje evangélico, al exterior da seguridad al fiel en su confrontación con el mundo, ayudándolo a interpretar el sentido de la historia.

Con exactitud de adecuado adjetivo se puede calificar el tiempo pascual como tiempo espiritual: en cientos de parroquias miles de jóvenes son confirmados y reciben la fuerza del Defensor que viene de lo alto, para que anuncien y proclamen jubilosamente que el Señor ha redimido a su pueblo.

Lo que fue Jesús, para sus discípulos durante la vida pública, es ahora misión permanente del Espíritu en la Iglesia: testimoniar la presencia operativa de Dios en el mundo. Los que están llenos de Espíritu, tienen la visión y conocimiento pleno de la verdad, que es Jesús. Los hombres espirituales son siempre una crítica radical para los que tienen solamente espíritu mundano, pues la verdad de arriba se contrapone con la mentira de abajo.

Jesús promete enviar el Espíritu de la verdad. Ante la confusión de tanto discurso erróneo y el espejismo de valores mentirosos, es urgente defender la verdad y encontrar caminos para que brille. Muchos, como Pilatos, repiten la vieja pregunta: ¿qué es la verdad?

La verdad es conocimiento y exactitud a las ambigüedades y el error. Es libertad interior frente a la dictadura de doctrinas fáciles. Es fortaleza serena frente al apresuramiento de la incertidumbre. Es sencillez espiritual frente al oropel de la falsa retórica. Es luz del bien frente a la ceguera de la malicia. Es principio de toda perfección, evidencia pacífica del misterio de lo eterno, alma de la historia individual y colectiva.

Andrés Pardo

 

Palabra de Dios:

Hechos de los apóstoles 8, 5-8. 14-17 Sal 65, 1-3a. 4-5. 6-7a. 16 y 20
san Pedro 3, 115 18 san Juan 14, 15-21

Comprender la Palabra

La lectura de los Hechos de los Apóstoles presenta la predicación del diácono Felipe en Samaría. La región samaritana es un paso intermedio entre la ortodoxa Judea y la gentilidad, terreno propicio para evangelizar. El que Felipe evangelice Samaría supone un paso nuevo y reviste para Lucas un hecho de especial relieve: evangelizar gentes heterodoxas. Una obra querida por Dios ya que el Espíritu Santo la acompaña y fecunda. Según Lucas es necesario el reconocimiento de los diversos carismas en la Iglesia, a la vez que es necesario su íntima y visible relación. Los diáconos siguen su tarea evangelizadora y su papel importante de roturar nuevos campos de evangelización.

En la segunda lectura el autor de la carta indica las consecuencias prácticas que se deducen de la aceptación de la fe y de la recepción del bautismo. Ambos realizan en el hombre la nueva creación y a la nueva criatura corresponde actitudes nuevas. El testimonio cristiano en un mundo hostil y que les persigue se convierte en una convocación y una oferta. Dar razón de la esperanza es mostrar que la fe cristiana es humanizante, respetuosa con las realidades humanas, que intenta ennoblecer y enriquecer. El cristiano camina al ritmo de sus conciudadanos, pero con la singularidad de que está animado por la gran novedad de la esperanza cristiana que no defrauda.

El evangelio continúa con el Discurso de despedida de Jesús. El fragmento está elegido con la mirada puesta en Pentecostés, ya cercano. En este discurso (sobre todo en el capítulo 14) el evangelista recoge un elemento esencial para la experiencia cristiana en dos movimientos: al Padre -con Cristo- en el Espíritu Santo. El autor intenta mostrar cómo los Tres están empeñados en el acompañamiento, crecimiento y defensa de la comunidad y de cada uno de sus miembros.

El Espíritu realiza tres actividades en la comunidad eclesial. En primer lugar está en la comunidad y en cada uno de sus miembros como Defensor. Para los momentos en que la Iglesia es urgida a rendir el testimonio en defensa de su fe, tiene la garantía de la presencia del Espíritu de Jesús. En segundo lugar, el Espíritu-Defensor estará en medio de la comunidad para crear y garantizar la unanimidad en la diversidad, la comunión en la distinción. La Iglesia, que es comunión unánime en la diversidad y pluralidad de personas, recibe el Espíritu y se hace garante de la unidad. Hoy, de un modo especial, urge la realización de este proyecto de comunión eclesial impulsado por el Espíritu y manifestado visiblemente por los discípulos de Jesús. En tercer lugar, el Espíritu habita en la intimidad de cada creyente. Cada discípulo de Jesús es templo del Espíritu. A esta presencia y actuación se la ha llamado la inhabitación en el creyente se le encuentra y experimenta en el silencio, la adoración y la escucha.

Ángel Fontcuberta

 

al ritmo de las celebraciones


La solemnidad de la Ascensión del Señor

Desde loa siglos IV-V esta solemnidad se celebraba el jueves de la VI semana de Pascua, pero cuando este día dejó de ser festivo en la mayoría de los países, ante la imposibilidad de contar con el descanso laboral, esta solemnidad se ha trasladado al VII domingo de Pascua.

Este misterio es celebrado litúrgicamente en íntima conexión con la Pascua y bajo un doble aspecto: la glorificación de Cristo y el comienzo de la glorificación de la Iglesia como Cuerpo de Cristo (cf. colecta de la Misa). La glorificación de Cristo significa que ha subido al cielo el que bajó del cielo (Jn 3,13; 6,62). La lectura de Hch 1,1-11, narra la Ascensión de Jesús. El Señor desaparece de la vista de sus discípulos envuelto en la nube de gloria de la transfiguración, mientras para éstos llega la hora de iniciar su misión. Los evangelios de los ciclos B (Mc 16,15-20) y C (Lc 24,46- 53) aluden también a la Ascensión, mientras que el ciclo A (Mt 28,16-20), describe la última manifestación de Jesús, situada no en Jerusalén, no en Galilea, como habían anunciado las mujeres (Mt 38,10). Mateo y Marcos destacan el envío de los apóstoles, mientras que Lucas (texto paralelo a Hch 1) recoge la promesa del envío del Espíritu Santo.

La glorificación de Cristo representa, para la humanidad redimida, el que una gran parte de nosotros haya sido introducida en el santuario celestial. Cristo comparte con la Iglesia, Cuerpo y plenitud suya (cf. segunda lectura, Ef 1,17-32), la riqueza de su gloria. Se produce un nuevo intercambio, un «admirable comercio», según la expresión de san León Magno, similar al que tuvo lugar en la Encarnación, entre la divinidad y la humanidad en la persona de Jesús, ahora glorioso. El hombre le ha dado su carne a Dios, y Dios da al hombre su gloria divina (cf. oración sobre las ofrendas y oración después de la comunión).

 


Ángel Fontcuberta

 

Para la Semana

Lunes 26:
San Felipe Neri, presbítero. Memoria

Hechos 16,11-15. El Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo.

Sal 149. El Señor ama a su pueblo.

Juan 15,26-16,4a. El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí.
Martes 27:

Hechos 16,22-34. Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia.

Sal 137. Señor, tu derecha me salva.

Juan 16,1-11. Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito.

Miércoles 28:
Hechos 17,15.22-18,1. Eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo.

Sal 148. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

Juan 16,12-15. El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí.
Jueves 29:
Hechos 1-8. Se quedó a trabajar en su casa. Todos los sábados discutía en la sinagoga.

Sal 97. El Señor revela a las naciones su victoria.

Juan 16,16-20. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
Viernes 30:
Hechos 18,9-18. Muchos de esda ciudad son pueblo mío.

Sal 46,2-3, 4-5.6-7 Dios es el rey del mundo.

Juan 16,20-23a. Nadie os quitará vuestra alegría
Sábado 31:
La Visitación de Ntra. Sra. Fiesta.

Sofonías 3,14-18. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de tí.

o bien:

Romanos 12,9-16b. Compartid las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad.

Sal: Is 12,2-6. Es grande en medio de ti el Santo de Israel.

Lucas 1,39-56. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?.