Zacarías 9, 9-10

Sal 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14

san Pablo a los Romanos 8, 9. 11-13

san Mateo 11, 25-30

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.” Me he sonrojado cuando he leído estas palabras delante del crucifijo que preside la capilla de mi parroquia. ¿Yugo llevadero y carga ligera? Parece un contrasentido cuando se mira al crucificado, pero justamente en la cruz está nuestro descanso. Me imagino que hoy seguirán los ecos del día del orgullo de aquellos que “viven según la carne,” que nos van a pasar por las narices una y otra vez. Serán imágenes de fiesta y de regocijo, de alegría vestida de rosa y nalgas al aire. Me imagino que las cifras oficiales, siempre tan precisas, dirán que los manifestantes han sido entre dos y quinientos millones de personas (a ojo de buen cubero), y se presentará como una victoria de la libertad, el progreso y eso que ahora se llama –yo aprendí otro significado-, decencia. Pero me imagino que no se quedarán toda la vida en la calle, volverán cada uno a su casa, orgullosos y victoriosos, para encontrarse consigo mismo, con ese saco de egoísmo, cerrazón de la propia carne, que llaman amor (así, con todas sus minúsculas). Pobrecillos (pobrecillas, pobrecill???), me dan lástima, no tienen dónde ir a descansar de sí mismos, del pecado que, aunque quiera negarse e ignorarse, pasa factura.

“Mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.” Un asno no es la mejor cabalgadura para salir victorioso. El asno suele ser pacífico, aunque cabezón; no es rápido, aunque es constante; no suele llevar la cabeza alta, pero aguanta el peso de la carga que le ha sido encomendada, no tiene una estampa envidiable, pero hace girar la noria hasta conseguir el agua necesaria. En este año del Quijote nadie osaría elegir al rucio de Sancho Panza frente a Rocinante, por muy rocín flaco que fuese. Sin embargo el borrico siempre está ahí, no da problemas ni embiste a los molinos, cumple su cometido discreta y calladamente y cuando le fue robado provocó el llanto desconsolado del rollizo escudero.

Muchos pobrecillos locos preferirán subirse a lomos de su huesudo jamelgo, encima de su florida carroza, creyéndose dueños del mundo y de la historia, prepotentes manipuladores de casi todo, excepto del peso de su propia vida que casi no pueden mantener y del silencio de su conciencia que, aunque intenten acallar con músicas estridentes, sigue estando en el interior de su alma. Yo prefiero ser un “pollino de borrica” que, conociendo sus limitaciones “destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.” Saber que quien dirige mi vida no soy yo mismo, sino el crucificado. Entonces la carga es ligera y el yugo es llevadero, pues ya la lleva Él en la cruz , ya ha vencido en la resurrección. No quiero ser un caballo pulgoso para llevar encima un loco, quiero ser un asno, humilde, sencillo, conocedor de mis limitaciones, pero sabiendo que quien me guía de verdad me quiere, se entrega por mí hasta la muerte para dar la vida.

Día del orgullo, pero del orgullo de saber verdaderamente quién me Ama (ahora sí, con mayúsculas), y que a pesar de lo poco que valgo en Él puedo descansar. Santa María, madre nuestra, pon un poco de cordura entre tanto loco que cabalga a lomos de su soberbia y nunca me dejes creerme corcel cuando sólo soy un borriquillo.