Comentario Pastoral
LAS TEOFANÍAS DE DIOS

El profeta Elías sube al monte Horeb, el monte de Dios, repitiendo el itinerario y el gesto de Moisés en el Sinaí. A Moisés le habló Dios en el Siriaí entre truenos y temblor. A Elías le habla ya no desde el viento huracanado, sino en leve susurro, a modo de la suave brisa que le hacía presente en el paraíso. Elías se cubre el rostro porque ningún hombre puede ver a Dios y seguir vivo, pero experimenta la dulce presencia del Señor.

Aguardar al Señor en el monte o en la llanura, saber esperarle con paciencia sin que el ánimo decaiga, tener fe en el Señor que va a pasar y se nos va a hacer cercano y presente es importante para vivir en cristiano.

El Señor quiere que sepamos embarcamos en la vida, que avancemos hacia la otra orilla, que lo precedamos, que sepamos aguantar las tormentas del desconcierto, los vaivenes de la tentación, el naufragio de la fe, las olas de la desconfianza. Porque no estamos solos. Porque viene a nuestro encuentro.

La narración materna del evangelio de este domingo tiene el transfondo de las apariciones pascuales; «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo». La ayuda misericordiosa y la presencia de Cristo resucitado son indispensables para salvar a la Iglesia, siempre que viva un momento o circunstancia de crisis. La mano que extiende Jesús a Pedro no sólo es su salvación, sino la nuestra.

El camino del creyente puede ser muchas veces un camino inestable, camino sobre el mar del mal. ¡Cuántas veces nos hundimos! El miedo es compañero de viaje, porque dudamos, porque tenemos poca fe.

A Dios le encontramos y le conocemos en la calma, en la tranquilidad, en la paz, en la dulce simplicidad.

Andrés Pardo


Palabra de Dios:

Reyes 19, 9a. 11-13a Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14
san Pablo a los Romanos 9, 1-5 san Mateo 14, 22-33

Comprender la Palabra

El fragmento de la primera lectura del Primer Libro de los Reyes forma parte del llamado ciclo de Elías. El redactor de este ciclo, valiéndose de algunas fuentes y tradiciones que se remontan al propio profeta, intenta relatar los hechos más relevantes y significativos para poner de manifiesto el enfrentamiento entre profetas y reyes, y señalar con vigor y fuerza el cumplimiento inefable de la Palabra de Dios. La lectura de hoy nos recuerda el viaje de Elías al Horeb (Sinaí) para beber de las mismas fuentes el sentido de la Alianza de Dios estipulada allí con su pueblo a través de Moisés.

El Señor siempre pasa y está en medio de sus enviados para protegerlos y consolarlos en sus persecuciones y tribulaciones. El Dios de la Alianza, el Dios fiel, cumple su palabra con creces. Hoy también urge volver a las fuentes y a los orígenes. La humanidad de hoy necesita que se les ofrezca una Palabra de Dios limpia, aunque garantizada también por la experiencia de la historia. Elías sigue siendo un modelo ejemplar de vuelta a las fuentes para todos, tanto anunciadores como pueblo de Dios.

En los capítulos del 9 al 11 de la carta a los Romanos el apóstol dirige su pensamiento a los miembros de su pueblo que se resisten a aceptar el Evangelio de la gracia, creer en Jesucristo y recibir la justificación gratuitamente mediante la fe, y formar parte del verdadero y único pueblo de Dios. La oferta de salvación de Dios en Cristo alcanza a todos los hombres sin excepción. Esta es una de las convicciones más profundas de Pablo. Dios es soberanamente libre a la hora de conceder sus dones. Quien no acepta el evangelio debe asumir su responsabilidad. El Dios revelado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es un Dios fiel que, por tanto, mantiene su fidelidad perpetuamente y no se desdice de sus promesas. Algún día también Israel aceptará la oferta hecha por el Padre en su Hijo Jesucristo, la única puerta, el único camino que integra todas las otras formas de acceso a Dios. Al final saldrá victoriosa la misericordia de Dios.

En el evangelio seguimos leyendo y proclamando el mismo bloque narrativo que el domingo anterior. Jesús se retira al monte o a la soledad para entregarse a la oración. Se resalta el acontecimiento de la elección de los Doce. Se señala el detalle narrativo de la referencia al monte como lugar privilegiado para el encuentro con Dios.

Jesús se acerca a los suyos caminando sobre las aguas, y les entró miedo pensando que era un fantasma: Soy yo, no tengáis miedo. Es la primera reacción frente a lo sobrenatural e inesperado. Los hombres modernos se debaten también frente a lo inesperado y sobrenatural. El evangelio quiere ofrecerles una respuesta, que les llega a través de los discípulos de Jesús que comparten sus debates y han encontrado la respuesta.

Ángel Fontcuberta

 

al ritmo de las celebraciones

 

Esta celebración recibe varias denominaciones: en oriente, la Dormición de la Virgen; en occidente, la Asunción a los cielos; y en otros lugares, del Tránsito. La fiesta de la Dormición se extendió por oriente a comienzos del siglo VII. En Roma la introduce el Papa Sergio I, el mismo pontífice que introduce la celebración de la Navidad.

No entraremos en la cuestión de si murió o no la Virgen María. El Papa Pío XII definió solamente en 1950 que: María «terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del cielo y elevada al trono como Reina del universo». En este sentido se expresa la eucología de la Misa de la vigilia y de la Misa del día.

La Misa de la vigilia pondrá de manifiesto el fundamento de la Asunción de la Virgen es decir, en su maternidad divina, estableciendo una comparación entre María y el Arca de la Alianza en el momento de ser introducida en el Santuario (1 Crón 15,3-4.16,3: primera lectura). María, en efecto, es glorificada por haber llevado en su seno al Hijo de Dios. María introducida en el cielo y asociada a la victoria de Cristo sobre la muerte, participa de esta manera de la Pascua del Señor (1Cor 15,54-57: segunda lectura). Las oraciones piden que todos los fieles «vivan libres de todos los males» (oración después de la comunión), y en particular del pecado (cf. oración sobre las ofrendas), para poder tomar parte también en el premio de María (cf. oración colecta).

La Misa del día desarrolla aún más el misterio de la glorificación de la Virgen María, vislumbrando en ella la imagen de la Iglesia, que espera verse también «a la derecha del Rey», «en el palacio real» (Salmo 44: salmo responsorial). La primera lectura tomada del libro del Apocalipsis revela el significado último de la victoria de la mujer – María y la Iglesia – contra el mal (Ap 11,19; 12,1-6.0). La primera Carta a los Corintios, de la que está tomada la segunda lectura, afirma que Cristo resucitado ha sido el primero en volver a la vida como primicia; después de él, todos los cristianos, la primera de los cuales es María (1Cor 15,20-26). El texto evangélico recoge el canto del Magníficat como expresión de María y de la Iglesia, de las grandes obras que ha hecho el Poderoso (Lc 1,39-56).

Los fieles, contemplando el triunfo de María, piden a Dios «aspirar siempre a las realidades divinas para llegar a participar con ella de su misma gloria en el cielo» (cf. oraciones colecta, sobre las ofrendas y después de la comunión). El Prefacio recoge sintéticamente los motivos de toda esta celebración: «Porque hoy ha sido llevada al cielo la Virgen, Madre de Dios; ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada».

 


Ángel Fontcuberta

Para la Semana

Lunes 11:
Santa Clara, virgen. (1193-1253). imitadora de San Francisco de Asís, y fundador de las c1arisas.

Ezequiel 1,2-5.24-28c. Era la apariencia visible de la gloria del Señor.

Sal 148. Llenos están el cielo y la tierra de su gloria

Mateo 17,22-27. Lo mataron, pero resucitará. Los hijos están exentos de los impuestos.
Martes 12:
Ezequiel 2,8-3,4. Me dio a comer el volumen, y me supo en la boca dulce como la miel.

Sal 118. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!.

Mateo 18,1-6.10.12-14. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños.
Miércoles 13:
Ezequiel 9,1-7;10,18-22. La marca en la frente de los que se lamentan afligidos por las abominaciones de Jerusalén.

Sal 112. La gloria del Señor se eleva sobre el cielo.

Mateo 18,15-20. Si te hace caso, has salvado a tu hermano.
Jueves 14:
Ezequiel 12,1-12. Emigra a la luz del día, a la vista de todos.

Sal 77. No olvidéis las acciones del Señor.

Mateo 18,21-15.1. No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta se tenga veces siete.

Después de nona: Misa vespertina de la Asunción de la Virgen.

1Crón 15,3-4.15-16; 16,1-2. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David había preparado.

Sal 131. Levántate, Señor, ven a tu mansión, ven con el arca de tu poder.

1Cor 15,54-57. Nos da la victoria por Jesucristo.

Lc 11,27-28. Dichoso el vientre que te llevó.

Viernes 15:
La Asunción de la Virgen María. El tránsito de María de este mundo al Padre, su Pascua. La Madre del Hijo de Dios no podía corromperse en el sepulcro; por eso al final de su vida terrestre fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo.

Apocalipsis 1,19a; 12,1-6a. Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal.



1 Corintios 15,20-27a. Primero Cristo como primicia, después todos los que son de Cristo.

Lucas 1,39-56. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes
Sábado 16:
Ezequiel 18,1-10.13b.30-32. Os juzgaré a cada uno según su proceder.

Sal 50. Oh Dios, crea en mi un corazón puro.

Mateo 19,13-15. No Impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.