1Corintios 15, 35-37. 42-49

Sal 55, 10. 11-12. 13-14  

san Lucas 8, 4-15

“Salió el sembrador a sembrar su semilla.” Hay que seguir sembrando la Palabra de Dios, no hay que pensar que ya es bastante conocida o está bastante difundida. Sigue habiendo -también en la ex-católica España-, una gran ignorancia de la Palabra de Dios. Son miles los que sólo la escuchan (más o menos atentos), en la Misa de los domingos y la olvidan apenas salen por la puerta (en mi parroquia no, esa es una de las ventajas de no tener puertas). Este año dedicado a San Pablo deberíamos proponernos, como nos dirá el próximo sínodo de los Obispos, el conocer y dar a conocer la Palabra de Dios.

Y ¿qué surgirá de ahí? No tengo ni idea, sólo sé que el que siembra recoge, el que no siembra, se aburre y vuelve a casa con las manos vacías. “ Alguno preguntará: « ¿Y cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo traerán? » ¡Necio! Lo que tú siembras no recibe vida si antes no muere. Y, al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar después, sino un simple grano, de trigo, por ejemplo, o de otra planta. Igual pasa en la resurrección de los muertos: se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual.” Lo que San Pablo indica de la nueva vida en Cristo tras la resurrección se va viendo en la nueva vida en el Espíritu Santo que se suscita en la Iglesia. Cuando alguien, sea el Obispo, un sacerdote, un fraile, una religiosa, un laico e incluso un niño, se gasta y se desgasta en dar a conocer la misericordia de Dios con los hombres, entonces, da fruto. Quien organiza un cursillo de Biblia (que está muy bien), con el fin de llenar una de las salas durante un rato, se suele quedar en nada. Lo débil se hace fuerte y lo corruptible, incorruptible. Hay que dejarse sorprender por Dios. Cuando dejamos que Él siembre por nuestro medio (débil y frágil), y dejamos de pensar en nuestras cosas, entonces surgirán vocaciones de entrega a Dios y a la familia, conversiones y frutos de santidad. Esos los dará Dios, nosotros simplemente procuraremos no molestar demasiado. “ Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.”

La Virgen nos anima a sembrar y Ella misma no para de sembrar la Palabra de Dios. Algún día os contaré alguno de los frutos que Dios está procurando por su medio. Pero ten la seguridad que, con su compañía, no te cansarás de anunciar la Palabra de Dios, de sembrar a voleo por todos los caminos de la tierra.