Santos: Teresa del Niño Jesús, virgen; Remigio, Tomás, Celsino, obispos; Severo, Bavón, Adiosdado, confesores; Prisco, Crescente, Evagrio, Verísimo, Máxima, Julia, Aretas, Domnino, Piato, mártires; Virila, abad; Vulgisio, Bavón, ermitaños; canonización de120 mártires chinos.

Aunque su notable figura ha llegado entre los flecos de la fábula y la leyenda que la agigantan con multitud de hechos prodigiosos, con inexactitudes entre los mentadores de su obra y discrepancias notables de sus biógrafos, lo importante de su vida fue la conversión y bautismo del rey franco Clodoveo.

Fueron los santos obispos Gregorio de Tours y Avito de Vienne con Sidonio Apolinar quienes mencionan su vida y actividad narrándolas con diferencias accidentales entre ellos y coincidencias en lo fundamental.

Parece ser que nació alrededor del año 437 y que lo consagraron obispo para Reims, cuando solo contaba 22 años, a la muerte de su antecesor en el 459. Toda una carrera. Narran que se comportó como un obispo responsable de sus deberes, celoso del bien espiritual de sus fieles, muy dado a la predicación, cuidadoso de la instrucción, y acertado en el gobierno de la diócesis. Mostró una preocupación especial en evangelizar a los paganos francos que iban ocupando sus tierras y se asentaban en ellas. El hecho principal de su largo episcopado fue el bautismo del rey Clodoveo y, después de él, de gran parte de su pueblo.

Debió, tener Remigio un carácter fuerte, peleón, firme en sus decisiones, difícil para la marcha atrás y, al mismo tiempo, lleno de comprensión con las situaciones humanas sin pedir a la gente más respuesta de la que cada uno podía dar. Y quizá por eso fue el recio instrumento humano, algo tosco quizá, que Dios quiso tener dispuesto para la difícil tarea de la evangelización de un pueblo pagano.

Intervino como mediador entre la población de la Galia del norte y los invasores que eran bárbaros por extranjeros y por los degradados usos y costumbres paganas que llevaban con ellos. Eran politeístas que tenían intención de echar raíces en una población de mayoría cristiana; esto hacía presumir un futuro clima de tensiones y martirios; era preciso el diálogo para lograr una convivencia en paz que, además, diera ocasión para poder extender entre ellos el Evangelio. Llegó a escribir carta, en el 482, al rey de los conquistadores y nuevos dueños, permitiéndose el lujo de darle consejos con la intención puesta en conseguir paz para todos.

La conversión de Clodoveo está también envuelta en fantasía, leyenda y mito. Se diferencian las fuentes en cuanto relatoras del modo; no en la coincidencia del hecho de la conversión. Estaba casado con Clotilde, cristiana, hija del rey de Borgoña. Clotilde ha buscado la conversión de su esposo sin éxito. Incluso se refiere la mala reacción del rey ante la muerte del hijo primogénito, que fue bautizado por la insistencia de su esposa; mostró enfado por no haberlo puesto bajo la protección de sus dioses paganos. Pero Clotilde debía de tener buen temple humano y gran paciencia cristiana. Logró el bautismo de su siguiente hijo, en el 496, y la buena disposición de su marido hacia la religión de Cristo. La confrontación con los alemanes parece que fue la ocasión para que decidiera el rey su propio bautismo. Unos dicen que fue al ver que las cosas le iban mal en la guerra y temió perderla cuando hizo su voto; otros dicen que ya antes de la pelea decidió su bautismo; los más cuentan que puso al Dios de Clotilde la condición de ganar la batalla. El hecho es que decidió hacerse cristiano.

En Reims, toda la ciudad está engalanada y la catedral dispuesta como suelen hacerlo en las más grandes solemnidades. Pudo ser el 25 de diciembre del año 496. Se bautiza el rey Clodoveo y dos de sus hermanas. El ministro es el obispo de Reims, Remigio. Los nobles están libres, no deben sentirse obligados a aceptar la religión del rey; pero en poco tiempo se bautizarán más de tres mil entre nobles y militares de su ejército.

Muestra regocijo y alivio el episcopado en pleno de las Galias. Y debió de ser quizá la única vez que todos estuvieron de acuerdo con Remigio al que muchos le tenían miedo y, por él, otros sentían celos y hasta llegaron a lanzarle invectivas y críticas infundadas de las que tuvo que defenderse en carta escrita al obispo de Tangres-Maestricht, en el 511, después de la muerte de Clodoveo.

Quedó también el compromiso de arbitrar los medios para instruir con paciencia a los nuevos conversos; cosa nada fácil, porque las conversiones de un momento no se aseguran con el bautismo y se necesita tiempo para desarraigar los vicios contraídos en toda una vida pagana; también fue preciso dar instrucción y formar con catequesis a los muchos candidatos al bautismo que querían ser cristianos como su soberano.

La tradición francesa tenía a gala emplear las mismas ampolletas del bautismo de Clodoveo para ungir secularmente a sus reyes y emperadores; la Revolución que tuvieron acabó con ellas.

Vivió Remigio vida larga y fue buen obispo. Murió nonagenario alrededor del año 530.