¡Por fin! 6 de diciembre, en España día de la Constitución. Este es un día fenomenal para los sacerdotes, festivo pero no fiesta religiosa, por lo que el ritmo de la parroquia es mucha más tranquilo, incluso puedes hacer una escapada a algún sitio… , pero este año cae en sábado, así que hay seis bautizos y cuatro Misas como un sábado cualquiera. Así que como no vamos a hablar de la Constitución hoy celebramos San Nicolás, ese santo que Coca-Cola vistió de rojo, le hizo decir ¡Jo, Jo, Jo! Y perdió la fe…, aunque sigue repartiendo regalos en Navidad en plena competencia con los Reyes Magos. Le tengo mucha devoción a san Nicolás, aunque no por los regalos. Es curioso que se siga manteniendo lo de los regalos en Navidad. La presión de los comerciantes será fuerte, pero la crisis es más fuerte aún. Sin embargo se sigue regalando, lo que es un esfuerzo. Y cuando se regala algo es con algún motivo: un cumpleaños, una boda, un hijo, una oposición aprobada…., pero regalar por nada es tontería. Pero poniendo la palabra “Navidad” aunque esté desvinculada de Dios, de la Encarnación, de la Redención y de cualquier sentido religioso parece que la gente se obliga a regalarse cosas y a sonreír. No está mal regalar cosas, pero es importante saber por qué.

«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios.» Es un imperativo. ¿Por qué nos manda esto el Señor? «Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.» Ese es el sentido profundo de la Evangelización. Hemos recibido un regalo –desde luego inmerecido, por pura bondad de Dios-, y ese regalo o se comparte o se corrompe. La alegría no puede guardarse para uno mismo, se comparte y en especial con aquellos que más lo necesitan. “Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, porque se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te oiga, te responderá”. Quien vive la fe como una carga, o simplemente como una noticia más o un adorno personal no tendrá ganas de compartirlo. Pero hoy detente un momento. Medita ante el sagrario que allí está el Señor de Cielos y tierra, creador de todo, de ti mismo. Medita que ese mismo Dios, compadecido del extravío de los hombres se encarnó de las entrañas purísimas de María y pisó esta tierra que nosotros pisamos, compartió nuestro alimento, nuestras alegrías y sufrimientos y cargó con nuestros cansancios. Contempla la pasión y la cruz, cargando con nuestros pecados hasta la cima del Calvario y herido por nuestras rebeliones. Entra en la tumba vacía y mírala llena de vida y recibe el don del Espíritu Santo que no te abandona. Mira la bondad de Dios cada vez que le mostramos nuestras heridas en la Confesión y nos cura y perdona y vuelve otra vez tu vista al Sagrario. Y ese mismo Jesús viene, lleno de gloria. ¿Cómo no vas a anunciarlo gratis a los demás? Así es el planteamiento de la vocación de cualquier cristiano, cuánto más de un sacerdote o del que se plantea serlo: Dar gratuitamente lo que gratuitamente ha recibido. Por mucho que parezca que pierda, gana.

Así que ¡Jo, Jo, Jo!, entra por la chimenea del alma de aquel que aún no conoce a Cristo y comparte el regalo que has recibido. La Virgen, queda poco para su fiesta, te enseñará la riqueza que tienes cuando te das.