La carta del apóstol San Juan de hoy, día en que celebramos su fiesta, hay que leerla varias veces para dar con la atmósfera en la que se escribió. Se percibe un texto en el que el corazón se adelanta a la sintaxis. Parece escrita con velocidad, es la ligereza del entusiasmo, «lo que hemos visto, lo que hemos oído, lo que hemos tocado con nuestras manos…» Juan es como el niño que cuenta su primera experiencia en la playa, «y de repente entré en el agua, y era toda para mí, y no se acababa nunca…»

gal_05MNadie explica debidamente lo que ha trastornado el curso de su propia historia. Me pasó hace un par de años cuando llegué a Madrid después de haber estado en Rabaul, poblado de Papúa Nueva Guinea cercado por un volcán que entra en erupción cada veinte años, no supe como describir aquella ciudad enterrada en cenizas. Si exageraba, malo para la credibilidad; si me quedaba a medias, faltaba a la verdad. Ni las fotos me valían.

El peso de lo que lleva uno en las entrañas se nota en los acentos que se ponen al discurso. Juan había permanecido pegado tres años al Señor y no volvió a ser el mismo. No fue el alumno que acude madrugador a la clase de un profesor con personalidad, que toma nota y aprovecha los tiempos extra escolares para seguir buscando apoyo en su mentor. No, Juan había descubierto a una Persona capaz de atraerle hacia sí. Jesús no era un maestro peripatético, ni usaba la mayéutica para que el discípulo sacara lo mejor de sí. Es que lo mejor estaba en Él, con Él. Quizá por un momento en el discípulo amado se dio el fuego de la amada en el Cantar de los Cantares, se había vuelto insaciable, con necesidad imperiosa de presencia. De esto los chavales saben mucho, las amistades de la primera infancia son apasionadas, porque con el amigo apetece hacerse un arco de las ramas de un árbol o echarse una partida de play station. Lo importante es que los dos actúan al unísono.

Tengo un amigo que interpreta muy bien esas palabras de Juan en su Evangelio que hacen alusión a sí mismo, «el discípulo amado». No es que fuera el preferido del Señor, sino que él se sentía profundamente amado por su Señor, y eso es lo que cuenta en la narración del texto sagrado. La novedad que ocurrió en Juan es saberse vivido en Cristo, y Cristo en él. Una escritora de ficción nacida en Minneapolis decía que el secreto de la Navidad es saber que no estamos solos. Juan lo aprendió.