Este evangelio se ha interpretado siempre como una invitación a la misión, donde todos tenemos un papel importante no importa nuestros pocos talentos o lo poco que pongamos al servicio de la comunidad pues Dios luego lo multiplica. Hoy, en el contexto de esta segunda semana de Navidad, me gustaría darle otro enfoque y fijarme en algo relativo a la humanidad de Jesús.

La Navidad celebra el misterio de la Encarnación, y por ende, la realidad humana de Jesús. Cuando profesamos en el credo: que fue “verdaderamente Dios y verdaderamente hombre”. La dimensión humana de Jesús nos muestra que fue alguien realmente cercano que nos revela la grandeza de Dios desde esa humanidad histórica.

El texto de hoy dice: “Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.”

Es precioso descubrir los sentimientos de Jesús por los hombres. Jesús vio a esa muchedumbre y sintió compasión. Su corazón se conmovió, se estremeció, se impresionó. El texto dice que se compadeció por que eran como ovejas sin pastor. Compadecerse es “padecer con”, es decir, que sintió en si mismo el sentimiento que esos hombres sentían, esto es lo que en psicología se llama “empatía”. Empatizar significa ponerse en los zapatos del otro, y saber lo que el otro puede estar sintiendo.

Aquella gente estaba como ovejas sin pastor, personas sin una orientación, sin una dirección. Siendo sacerdote me llegan personas que piden hablar conmigo por distintas circunstancias, unas más sencillas, otras más complicadas. Pero son personas que delante de una situación se sienten un tanto desorientados y buscan “discernir” lo que es mejor de cara a Dios. No es solamente consultar o comentar, esto se puede hacer con una amistad en una cafetería, sino es “discernir la voluntad de Dios”. Buscamos descifrar o entender la voluntad de Dios a través de las circunstancias para saber actuar de acuerdo a lo que Dios más le puede agradar y para nuestro propio bien. Al final lo que se pone en juego es nuestra propia felicidad. Cuando uno va descubriendo como caminar en la vida y se sabe apoyado y orientado a la hora de ir tomando decisiones, la conciencia se desarrolla con mucha tranquilidad y serenidad. La paz interior esta garantizada. Cuando uno toma sus propias decisiones y muchas veces actúa sin saber, sin contrastar, cometiendo errores, confundiéndose, no contrastando con nadie, y en definitiva, no haciendo la voluntad de Dios, el fruto en ese corazón es el desasosiego, la falta de paz, la desorientación e inseguridad.

Hace poco recibí a una persona desesperada. Hacía años que se distanció de la Iglesia, y poco a poco su vida se fue desmoronando, matrimonio roto, hijos que no le hacen caso, enfermedad, etc. Llegó a mi recomendado por una amiga, estaba muy enfermo y peligrando su salud quería hacer una buena confesión. Estaba el hombre desorientado, con mucho sufrimiento pues se daba cuenta que había tomado muchas decisiones erróneas a lo largo de su vida. Obviamente palpabas el dolor en su rostro. Sentí compasión de él…

Quizás, esto último, es lo que Jesús vio en estas personas cuando el texto se refiere “como ovejas sin pastor”. No es solo que uno este desorientado en un momento puntual, sino que es sentir que tu vida se va desmoronando a lo largo del tiempo pues se tomaron decisiones desacertadas una tras otra.

Jesús siente compasión; Jesús sabe lo que es ese dolor; Jesús se conmueve; Jesús tiene un corazón sensible ante el dolor humano; El profeta Isaías lo dice en el capítulo 53: “El siervo carga sobre si nuestros dolores”, entonces, ¿cómo no va a conocer lo que vivimos por dentro?.

Una oración preciosa es la de hablar y compartir con el Señor en nuestra intimidad nuestros propios sufrimientos, Él los conoce, Él sabe de ellos.