¡Cómo nos conoce el Señor! Nadie mejor que Él sabe lo que verdaderamente necesita nuestro corazón. Si no que se lo pregunten al paralítico del evangelio de hoy. Sus amigos le llevaron a Jesús para que le curara, para que le hiciera andar. ¿Cual fue su sorpresa? Jesús siempre da más: le perdonó los pecados antes de curarle y luego le curó. Buscaba la sanación del cuerpo y Jesús le hizo ver que hay una parálisis mucho peor, la del corazón.

Lo primero que llama la atención de este pasaje evangélico es que fueron los amigos los que le llevaron a aquel hombre a Jesús de manera creativa. ¡Cuantas veces necesitamos también nosotros que nos lleven a Jesús! Que importante son las mediaciones. No siempre podemos o queremos ir a Jesús. De hecho el paralítico no podía ir sólo pero ¡qué suerte! tenía amigos. Aún diría más, tenia buenos amigos que le llevaron a Jesús. Quizás sea este un buen momento para preguntarnos si nos dejamos llevar por otros a Jesús, por un lado, y, por otro, si llevamos a nuestros amigos al Señor. La cuestión de fondo es si cuidamos nosotros las mediaciones que nos llevan a Jesús y si somos conscientes de que también nosotros somos mediación para otros.

Otra cosa que sorprende de estos amigos es su ingenio y creatividad para saltar obstáculos. No se conforman ante la dificultad, no se paran (ellos no son paralíticos). Llegan a la casa y no pueden entrar y no se dan la vuelta. Saben que tienen que llevar al amigo, por todos los medios, al Señor. Piensan cómo hacer y el ingenio les descubre la solución: levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. ¡Qué gran lección! Mucha veces nos encontramos con obstáculos que nos impiden ver a Jesús. ¿Qué hacemos? ¿Nos damos la vuelta? Tenemos que pedir al Señor que nos conceda el don del ingenio y la creatividad. Que no paremos de buscar medios para verle.

Finalmente el paralítico se encuentra con el gran regalo: Jesús les descubre su misterio: ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios? Si se los perdona es que es Dios. Y conociendo quién es Jesús descubre quien es él. Jesús con el perdón le descubre otra parálisis, que como ya hemos dicho, es más profunda y peor. Necesitamos ir a Jesús para que nos descubra la parálisis profunda de nuestro corazón y nos sane. Puede ser un buen momento, al comenzar el tiempo ordinario, de hacer una buena confesión para que el Señor nos haga caminar por el camino de la santidad. Seguro que si nos dejamos perdonar por el Señor a través de la mediación del sacramento de la confesión nos sucederá como a los habitantes de Cafarnaún: Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: Nunca hemos visto cosa igual.