Ser cristiano significa estar unido a Cristo. De una manera tan íntima que podemos llamarle hermano, por lo mismo que somos hijos de Dios. Es la realidad del bautismo- Por este sacramento se produce en nosotros un nuevo nacimiento a la vida de la gracia.

En el Evangelio de hoy Jesús nos habla de esa familiaridad para con él. Se presenta su parentela. La respuesta de Cristo debió desconcertar a algunos. Para nosotros, a tantos años de distancia es más fácil entenderla. Jesús señala que su madre, su hermano y su hermana son quienes cumplen la voluntad de Dios. En seguida nos damos cuenta de que esta afirmación no rompe los vínculos de la carne, antes bien los profundiza.

¡Cuántas veces no hemos deseado, respecto de nuestras familias, no sólo tener un mismo ADN, sino también un mismo corazón! La sangre tira, y mucho. Pero esa relación que establece la bilogía reclama una unión más grande y profunda. Lo que nos vincula por la carne reclama que nuestro corazón se haga uno con todos aquellos que forman nuestra familia.

Así el Evangelio de hoy nos explica por qué Dios se ha hecho hombre. En el tiempo de Navidad se recuerda que Dios se hizo hombre para que nosotros pudiéramos llegar a ser hijos de Dios. Entró en nuestra historia para hacernos partícipes de la vida divina. En este sentido entendemos que hoy Jesús no está rechazando a sus parientes, ni mucho menos a su Madre.

Precisamente la Virgen María se nos presenta como la auténtica intérprete de las palabras de Jesús. Ella nos ayuda a entender lo que nos quiere decir el Señor. Porque ella ha consagrado todo su ser a cumplir la voluntad de Dios. Recordamos que al anuncio del ángel respondió diciendo que ella era la esclava del Señor.

Jesús, al indicarnos donde nos llama está haciendo también un elogio de su Madre. San Agustín recordaba que María antes de concebir según la carne en sus entrañas lo había hecho por la fe en su corazón. Por ello podemos pedirle a María que nos ayude a cumplir la voluntad de Dios.

Al pensar en ello surge la pregunta, ¿cuál es esa voluntad? ¿en qué consiste? La voluntad del Padre la aprendemos en el Corazón de Jesús, pues Él ha venido al mundo para cumplir en todo los deseos de su Padre. Precisamente la vida de la gracia nos da el identificarnos con Cristo. Por esa unión con él podemos ir conociendo mejor la voluntad de Dios para con nosotros. Pero, según el evangelio de hoy, no quiere que cumplamos su voluntad como siervos que se someten a su Señor, pero que no aman sus preceptos. Por el contrario, quiere que amemos su voluntad sabiéndonos miembros de su familia: hijos de Dios.