El gran filósofo y teólogo ruso P. Endokimov decía “nuestros padres en la fe cuando oían o escuchaban las escrituras, no leían textos, hablaban con Cristo”. Esta conciencia es importantísima cuando escuchamos hoy el pasaje de la resurrección de la hija de Jairo. La voz de Cristo nos dice: “ No temas, basta que tengas fe”.

Estas palabras animan con fuerza a Jairo, el jefe de la sinagoga. Jairo está destrozado con la enfermedad mortal de su hija. El galeno o médico de la comarca ha desahuciado a la niña dándole poco tiempo de vida. No hay nada que hacer. Jairo acude en búsqueda de Jesús el Nazareno que tiene fama de poseer el poder de Elías, el poder de Dios. No hay tiempo que perder, si la niña está enferma todavía Jesús podría curarla. Pero como ocurrirá con la muerte de Lázaro, Jesús se retarda, parece no llegar a tiempo. Ahora se entretiene por el camino curando a una mujer con hemorragias.

El culmen de la desesperación llega cuando los familiares de Jairo vienen a avisarle de que el desenlace de su hija ha llegado. Es ahí cuando Jesús nos dice: “no temas, basta que tengas fe”. Jesús “aprovechará” la muerte de la niña para dar un testimonio sorprendente: no es un profeta con el poder de curar o liberar demonios, es capaz de devolver la vida a un muerto. Muestra el poder de la vida y eso es tan divino como perdonar los pecados.

Hoy estas palabras son bálsamo para ti que no encuentras una solución a tu dilema, fuerza para el que ve que su trabajo no tiene la recompensa deseada, paz para quien tiene que enfrentarse a una grave operación, impulso para quien no encuentra el amor de su vida,… “basta que tengas fe”… “No os canséis, no perdáis el ánimo…”, seguid adelante, corriendo la carrera, dirá el autor de los hebreos. Porque aunque arrecie el mal y parezca ganar la partida, “quien busca el reino de Dios y su justicia, lo demás le vendrá por añadidura”.

Como aquel muchacho cristiano de Siria, que apresándole una milicia yihadista, le forzaron a renegar de su fe amenazándole con la muerte. Negándose a hacerlo, veía como le iban a despeñar por una colina para matarle. Pero mantuvo la fe, sin temor. Y en un momento de diálogo con sus ejecutores les dijo: “yo también quiero ser fiel a Dios”. Aquella frase que salió sorprendentemente de sus labios, tocó el corazón de uno de los jefecillos del grupo, pues su hermano había muerto en una revuelta religiosa enarbolando una pancarta que decía eso mismo: “yo también quiero ser fiel a Ala”. Este chico recuperó su vida, pero lo increíble de su testimonio es que mantuvo la fe.