Lo primero quisiera disipar es una imagen de Dios, que a muchos cristianos se nos resucita con lecturas como las del Génesis de hoy: no es que Dios no quiera que tengamos “conocimiento del bien y del mal” o que para él sea la inteligencia humana una amenaza. ¿No es Dios quién nos la ha dado? Dios no quiere que nos quedemos ignorantes.

En la lectura de ayer escuchamos que “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.”

Y en las lecturas del día de hoy perece que el problema está en el corazón del hombre: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. ¿Es que el corazón del hombre está mal hecho? ¿Es que Dios se contradice en su creación?

Hay dos expresiones relacionadas con la condición y convivencia humanas bastante conocidas. La primera, primera, atribuida a Jesús de Nazaret, dice así: “Yo los mando como corderos en medio de lobos”. La segunda, derivada del pensamiento político de Thomas Hobbes: “El hombre es el lobo para el hombre”.

En la simbología bíblica, el cordero y el lobo tienen un significado contrastante: el primero simboliza un comportamiento de mansedumbre, bondad, humildad y entrega; el segundo, por el contrario, refiere a las conductas agresivas, crueles y destructoras. Jesús de Nazaret, al exhortar a sus discípulos a ponerse en camino y comunicar la Buena Noticia de una nueva humanidad, advierte un destino problemático: “Yo los mando como corderos en medio de lobos” (Lc 10, 3). Con realismo, Jesús no elude el rechazo y el conflicto que traerá entre los poderosos y, también dentro de alguna gente del pueblo de su tiempo, el anuncio de una nueva convivencia regida por la verdad, la justicia y el amor. En un mundo donde la rivalidad atraviesa desde los ambientes universitarios a los laborales, donde nos alegramos de que al menos no sea yo el siguiente despedido, donde es favorecido el que es “hijo de” o “amigo de”, Jesús deja claro que entre sus discípulos no tiene que ser así. Pero eso no significa que sus discípulos estén libres de sentir ese “lobo” dentro de sí mismos.

Aunque el ser humano este hecho a imagen y semejanza de Dios, también hay una tendencia egoísta, agresiva y destructiva dentro de nosotros mismos. Bien sea porque, como dice la interpretación tradicional, el hombre desde su libertad se haya rebelado frente a Dios y quiera ser como El o porque desde la evolución haya una parte animal, de instinto de supervivencia y de defensa propia que ha quedado en nosotros, esa parte de “lobo” está en nosotros.

Sabiendo esto no nos tiene que hacer pesimistas, sino que podemos elegir cada día conscientemente reforzar al “cordero” que hay en nosotros, más que al “lobo”, ya que como dice San Pablo en una de sus cartas a los Gálatas: ”Lo que uno siembra eso cosecha” (Gálatas 6,7) o como dice un proverbio indio: ¿Quién ganará el lobo o el cordero? Aquel a quien tú alimente será más fuerte.