Las lecturas de hoy sábado nos hablan de la necesidad de la misión de todo cristiano.
Cuando observamos la realidad de tantos jóvenes en el paro que están luchando por no caer en un hoyo existencial, cuando vemos a tantos ancianos solos, cuando no cesan las noticias de la cantidad de gente que llega de Africa, etc. se nos hace palpable la expresión de Jesús : «La mies es mucha».
Hace poco me contaron el caso de una adolescente con la que se metían en clase por tener espinillas. Cada vez recibió más insultos y llegó un momento en que la presión que esta chica vivía fue tan fuerte, que decidió quitarse la vida. La historia de esta chica me dió mucho que pensar y aumentó en mi el deseo de querer llegar a tiempo para evitar sufrimientos de este tipo. También recé por esta chica.
Quizás para muchas personas que tienen una alta conciencia de responsabilidad o que simplemente son muy sensibles a las injusticias, el ver tanta «mies», tanta necesidad puede llegar a ser estresante o a provocar un fuerte sentimiento de impotencia.
Frente a esto ayuda recordar que Dios no me está confiando toda la «mies», sino solo una parcelita. Dios suscita una llamada en cada cristiano de forma muy personal.
El profeta Oseas lo expresa así en el capítulo 11: «¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión.» La misión surge de dejarnos contagiar por estas entrañas conmovidas y llenas de amor de Dios mismo. Cada cristiano percibe estas entrañas de Dios frente a distintas realidades: frente a las familias, frente a los jóvenes, frente a los emigrantes, frente a los ancianos, etc. por ello es nuestra iglesia junto con tantas personas de buena voluntad tan rica y variada.
¿Frente a que personas o realidades percibo yo esas entrañas conmovidas de Dios?
Este va a ser nuestro gran motor y fuerza para perseverar en la dedicación y entrega. Esta personalización tiene un efecto mucho más fuerte que un encargo oficial o una encomienda desde fuera.
Muchas veces, cuando estamos organizando cosas o actividades para los demás y nos cansamos en ello por la dura o escasa respuesta, necesitamos recordar qué fue lo que nos movió a involucrarnos en ello.
Es Dios mismo quien «contrata» a cada cristiano, es El quien nos convierte en «obreros de su mies», es El quien es capaz de sacarnos de nuestras comodidades y cálculos y llevarnos a implicarnos por los demás. Es Jesús mismo quien dentro de nosotros nos hace vibrar por lo mismo que él vibró y que le llevó a enseñar a la gente largamente, a visitar a personas como Zaqueo, a curar enfermos o a abrazar a los niños.

Que las lecturas de hoy nos renueven esa llamada personal, que como nos invita nuestro papa, nos dejemos encontrar por Jesús, en la situación que nos podamos encontrar en estos momentos y podamos redescubrir qué parcelita nos está confiando a cada uno.