trifulca

Hay una trifulca dentro del ser humano, ya lo dijo el Señor, el trigo y la cizaña nos crecen simbióticamente, se van adaptando, llevan la misma altura, son como la hiedra y el muro. Es tan fuerte su ligazón que es imposible una operación quirúrgica de separación. Todo nuestro bien y todo nuestro mal por nacer, están ahí, de la mano. El reto es no escandalizarse de lo segundo. Decía Bernanos que ningún hombre le había defraudado, porque ya había experimentado hasta dónde puede llegar su debilidad. Es una sabia filosofía.

Hay un texto de Franco Nembrini sobre el amor, que estremece: “Al principio había una pasión que generó el amor, que lo produjo, utilizando todo, absolutamente todo, ¡hasta el color del pelo! Es sólo el inicio del amor, el amor verdadero está al final del camino, cuando entiendes que amor es sinónimo de la palabra perdón. Porque el amor en el fondo es esto: es que otro te abraza a pesar del mal que hay en ti. A pesar de tus traiciones, tus defectos, tus pecados”. Es decir, cuando quieres al otro con su trigo y su cizaña.

El Quijote le dice a Sancho otra cosa sabrosísima sobre las posibilidades de trigo y cizaña, “hoy es el día más hermoso de nuestra vida, por eso quiero compartir contigo, querido Sancho, que los obstáculos más grandes son nuestras propias indecisiones; que nuestro enemigo más fuerte es el miedo al poderoso y a nosotros mismos; que la cosa más fácil es equivocarnos; y que las más destructivas son la mentira y el egoísmo; que la peor derrota es el desaliento; y que los defectos más peligrosos son la soberbia y el rencor; que las sensaciones más gratas son la buena conciencia y el esfuerzo por ser mejores sin ser perfectos, y lo mejor es la disposición para hacer el bien y para combatir la injusticia donde quiera que esté”.

Hoy el Evangelio nos habla con fuerza del grosor de la cizaña, de esos “defectos peligrosos” de los que nos advierte Alonso Quijano. Toda la bondad del Maestro, que sólo habría que estar a sus pies para dejarse llevar por Aquél que hablaba de las cosas que satisfacían al corazón, queda truncada por la terquedad de los oyentes. Como está en su tierra, no le creen. Como conoce la Escritura, se ponen furiosos. Como dice cosas que provocan un cambio incondicional de vida, lo quieren despeñar. Así de grotesco resulta el ser humano cuando muestra su cara oculta. Pero el Señor no ceja en hablar de la pasión que siente por esa amalgama de trigo y cizaña que es el hombre.

Y como no podía dejar de amar, se lo llevaron a la cruz.