Ya nos acercamos al Triduo Pascual. Es miércoles santo y Jesús les encomienda a los discípulos una misión: Id a la ciudad, a casa de Fulano y decidle: “El Maestro dice: deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”.

Jesús hoy no solo me pregunta si quiero acompañarle a su Pascua. Me desvela el secreto más profundo de su corazón: deseo celebrar la Pascua con mis discípulos. ¿Eres cristiano? ¿Estás bautizado? Entonces eres discípulo de Jesús, entonces Jesús desea celebrar esta pascua en tu casa contigo.

Sí, ¡así de impresionante! Jesús desea celebrar este año la Pascua contigo. Porque nosotros estos días no sólo recordamos lo que sucedió hace dos milenios, ¡no! ¡Revivimos lo que entonces aconteció! De ahí que podamos acompañarle a su pasión. De ahí que desee celebrar con nosotros su Pascua, es decir, su paso salvador, que va desde la cruz a la luz.

¡Jesús desea celebrar la pascua con sus discípulos! Lucas en su evangelio nos dará una pista más de cómo es ese deseo del Señor: Ardientemente he deseado comer esta pascua con vosotros antes de padecer (Lc 22, 15). No se trata de un simple “me apetece estar con vosotros” o un “tengo ganas de veros”, se trata de un deseo ardiente como el fuego. Así está el Corazón de Jesús antes de la pasión: ardiendo de amor por nosotros.

Hoy podemos entrar en el Corazón de Jesús y ver qué esconde su deseo. El papa Benedicto XVI comentando este pasaje nos decía que ese deseo de Jesús esconde algo más profundo: En el deseo de Jesús podemos reconocer el deseo de Dios mismo, su amor por los hombres, por su creación, un amor que espera. El amor que aguarda el momento de la unión, el amor que quiere atraer hacia sí a todos los hombres, cumpliendo también así lo que la misma creación espera; en efecto, ella aguarda la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8,19). Jesús nos desea, nos espera. Y nosotros, ¿tenemos verdaderamente deseo de él? ¿No sentimos en nuestro interior el impulso de ir a su encuentro? ¿Anhelamos su cercanía, ese ser uno con él, que se nos regala en la Eucaristía? ¿O somos, más bien, indiferentes, distraídos, ocupados totalmente en otras cosas?

Después de haber entrado en el Corazón del Redentor y ver lo que esconde su deseo, podemos ahora entrar en nuestro corazón y ver que es lo que esconden nuestros deseos porque no podemos olvidar que lo afectivo es lo efectivo. Nos movemos por lo que llevamos en el corazón.

Pidamos en este Miércoles Santo, en el pórtico del Santo Triduo Pascual, que el Señor purifique nuestros deseos para que nuestro corazón esté puesto en él y también podamos nosotros decirle hoy: Jesús yo también deseo ardientemente celebrar esta Pascua contigo porque soy tu discípulo.