Es el momento de la última cena y como pórtico de la pasión el Discípulo Amado nos explica el sentido: Habiendo amado a los suyos… los amó hasta el extremo (Jn 13, 1) y en ese momento nos narra un acto de amor extremo: el servicio, se levantó de la mesa, dejó sus vestidos, y tomando un lienzo se lo ciño. Luego echó agua en la jofaina y se puso a lavar los pies a sus discípulos (Jn 13, 5). Lo discípulos ven que el Señor está raro esa noche. Si nos metemos en el corazón temeroso de los amigos del Señor seguro que encontramos extrañeza ¿qué hace hoy el Señor? ¿Por qué hace lo propio de los esclavos?

En cambio ¿qué hay en el corazón del Señor? Una preocupación: ¿Habrán entendido el porqué de este gesto? Y al ver su perplejidad y que no ha sido así les explica el por qué y se nos presenta como maestro: ¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor y decís bien, porque lo soy. Pues si Yo, el Señor y Maestro lavé vuestros pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros (Jn 13, 14).

Jesús nos invita a entrar en su escuela y aprender de Él. Contemplarle para parecernos a Él. En definitiva Jesús nos introduce en su corazón para que aprendamos de Él, seamos como Él y así Él pueda acercarse a los otros. Cristo se hace presente al hombre de hoy a través del cristiano, a través de mí. Jesús es maestro y su enseñanza es el servicio y la entrega. ¿Por qué? El mismo nos desvela el secreto de su magisterio: Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Tomad mi yugo y aprended de mí, pues soy manso y humilde de corazón… (Mt 11, 29). Podría Jesús habernos dicho que aprendiéramos de Él cualquier virtud, porque las tenía todas, pero quiso poner de manifiesto la importancia de la humildad. Jesús es maestro, aún diría más, es el maestro de los maestros… y ¿qué es lo que enseña? la humildad, y ¿cómo la enseña? sirviendo, humillándose.

La humildad es una virtud que nos gustaría tener a todos, el problema es que nos gustaría tenerla sin la humillación, y ¡eso es imposible! No podemos ser humildes sin humillarnos. Después de que Jesús se humilla lavando los pies de cada uno de sus discípulos, aunque Pedro no lo entienda, les pide: Haced vosotros lo mismo.

Si seguimos a Cristo, y eso es ser discípulo suyo, lo hemos de hacer por el mismo camino, con sus mismos deseos, con sus mismas acciones. En el fondo de esta acción tan fuerte y clara del Señor se esconde aquel deseo profundo de su corazón: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Ese como yo os he amado es la característica del cristiano que no sólo ama, sino que ama como Él.

Señor, hoy quiero reconocerte como mi Maestro y mi Señor, admíteme en tu escuela y ayúdame a encontrar en la humildad el camino más rápido para la caridad y así alcanzar la santidad.