Ya hemos entrado en la pasión. ¡Qué serenidad y señorío el de Cristo! En medio de esos momentos de dolor y sufrimiento grande, Jesús se nos va a revelar como Rey. Los diálogos de Jesús en los últimos instantes de su vida son una auténtica preciosidad. Jesús nos revela lo más profundo de su corazón.

Tras el juicio secreto e ilegal del sanedrín, las autoridades judías acuden al procurador Poncio Pilato. En un cara a cara Pilato y Jesús hacen posible una de las páginas más hermosas del Nuevo Testamento. Nos dice el evangelista que era el amanecer. Como si nos quisiera decir que la definición de Jesús como rey es declarada como una luz para nuestra vida.

El procurador invita a Jesús a entrar. Se quedan solos:¿Eres tú el rey de los judíos? ¿Qué has hecho?… Mi reino no es de este mundo… Luego ¿eres rey?… Tú lo dices yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo.

Jesús ha nacido para ser rey pero su reino no es de este mundo. Lo propio de Jesús es reinar y lo propio del hombre dejarse gobernar. ¡No somos autosuficientes! Quizás sea ahora el momento de que yo me pregunte por la realeza de Jesús y por el lugar en donde la ejerce. Señor, si eres rey ¿dónde quieres reinar?

¿No será en mi vida donde quiere reinar el Señor? El modo en que Jesús quiere reinar en nuestra vida no es de tipo despótico o autoritario. Cristo quiere ser el coprotagonista de nuestra historia, no quiere un papel secundario. Lo que hace bella mi historia es precisamente que actúo yo con El o El conmigo.

Si queremos que Dios reine en nosotros, decía Orígenes, procuremos que de ningún modo el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal, antes bien, mortifiquemos todo lo terreno que hay en nosotros y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual.

Al final del Evangelio de la pasión que hoy proclamamos el apóstol Juan nos invita a mirar una vez más al que atravesaron y ¿qué quiere Juan que veamos? Un hombre coronado, con un manto rojo, y puesto sobre un trono. ¿Qué quiere el evangelista que contemplemos? Un rey, un poco especial ¡es verdad! Coronado, pero de espinas, con manto rojo, pero de su sangre y en un trono, pero una cruz. En definitiva un rey. Mejor dicho, el Rey.

Y aprovechado la mirada seguimos hacia arriba y allí Pilato, sin querer, nos dejó la confesión: Jesús Nazareno Rey de los Judíos (INRI). Los sumos sacerdotes le dijeron que no escribiera eso sino este ha dicho: Soy el rey de los Judíos. Pero Pilato contestó: Lo escrito, escrito está.

Qué en este Viernes Santo Él escriba en tu corazón: ¡Jesús tu Rey! Y ante el Señor en la cruz podemos ahora rezar una vez más la oración que Jesús nos enseñó y decirle al Señor: Venga a nosotros tu reino…