Hechos de los apóstoles 4, 1-12

Sal 117, 1-2 y 4. 22-24. 25-27a

san Juan 21, 1-14

“Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: – «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: – «No.» Él les dice: – «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: – «Es el Señor.»” Las buenas personas procuran no molestar. Los santos procuran anunciar a Jesucristo con su palabra y con su vida. Estos días hemos comentado el desconocimiento que hay de Jesús. No reconocer a Jesús como “el Señor” lleva a convertirlo en una especie de hobby personal, para mi uso y disfrute. Pero reconocer que solo Jesús salva nos lleva a ser apostólicos, a darlo a conocer pues queremos a nuestra familia, a nuestros amigos, a los desconocidos e incluso a los que nos consideran enemigos, pues ellos también pueden salvarse. Cuando los cristianos dejamos de anunciar el nombre del Señor significa que nos estamos convirtiendo, tristemente, en buenas personas y estamos olvidando la santidad.

¿Os imagináis que sólo dijéramos de nuestra Madre la Virgen que era buena persona? ¡Qué lástima! Pidámosle a ella que nos enseñe a confesar con nuestra vida el nombre del Señor, pues sólo Él salva.