Jesús resucitado se apareció en diversas ocasiones a los apóstoles. En el evangelio de hoy escuchamos una de ellas. Si nos damos cuenta, a pesar de lo repetido del hecho, los apóstoles han de irse acostumbrando. Por ello encontramos expresiones como “creían ver un fantasma”, o “tenían miedo”.

A varios siglos de distancia podemos preguntarnos si la facilidad con que nosotros hablamos de la resurrección del Señor no puede ser indicio de que no la pensamos con total seriedad. Es un hecho que el Señor venció la muerte y que se apareció diversas veces a sus discípulos. También es un hecho que encontrar vivo, aunque sea con un cuerpo glorioso, a quien sabe muerto y enterrado causa estupor y sorpresa . Y que esta, en primer lugar, provoca miedo. Sólo, más adelante, cuando descubres que aquel a quien ves no está bajo el influjo de la muerte (fantasma), sino que verdaderamente la ha vencido (resurrección) te adviene la alegría.

He titulado este comentario acostumbrarse a la Pascua con una doble intención. En primer término me refiero a la terrible posibilidad de que la noticia de la resurrección de Jesús ya no nos diga nada. La cadencia anual de esta celebración anula totalmente su efectividad cuando es vivida desde la rutina. Decir “Jesús ha resucitado” es una cantinela sin consecuencias para nuestra existencia.

Pero, también, acostumbrarse a la Pascua, puede tener otro sentido. En este caso se trataría de ir configurando nuestra vida al hecho de que Jesús ha vencido la muerte. Se trata de poder experimentar esa alegría que proviene, en palabras del Papa Francisco, del encuentro con Jesucristo. Así, como los apóstoles, también nosotros hemos de irnos convenciendo de que verdaderamente Jesús ha vencido a la muerte. Para ello, al igual que entonces, hemos de estar atentos a los relatos de los que nos explican que su vida ha cambiado por un encuentro con el Señor. Y también, hemos de pedir, poder reconocer a Jesús en nuestra propia vida.

Porque Jesús ha resucitado, y ya no está sujeto al espacio ni al tiempo, es posible que los hombres y mujeres de nuestra generación nos encontremos con él. La Iglesia existe para facilitar ese encuentro.

También, en el inicio del evangelio de hoy se hace referencia a la fracción del pan. Los discípulos de Emaús explicaban a sus compañeros cómo habían reconocido a Jesucristo. La fracción del pan nos lleva a nosotros a fijar la mirada en el sacramento de la Eucaristía. Acostumbrarse a la Pascua significa también aprender a ver a Jesús escondido; a tratar con él; a dejarnos arrastrar por él; a tener la experiencia de que nos ama y a responderle con nuestro amor.

En la segunda lectura san Juan nos explica cómo sabemos que nos hemos encontrado con Cristo y lo hemos conocido. Se trata de cumplir sus mandamientos. Los podemos cumplir, dice san Juan, porque su amor está en nosotros. Conocer a Jesús es dejarnos amar, hoy y aquí, por aquel que ha vencido la muerte y que, con su amor, nos permite vencer cada día el pecado.