El mensaje que nos dejan las lecturas de hoy es precioso, podríamos resumirlo así: “La salvación es para todos, sin excepciones y es gratuita”. Esta es la idea principal tanto de la primera lectura como del Evangelio.

El libro de los Hechos nos cuenta como los partidarios de la circuncisión se escandalizan ante el hecho de que Pedro coma en casa de incircuncisos. Esta postura de los cristianos procedentes del judaísmo puede parecer a primera vista discriminatoria, pues solo ellos se consideran dignos de la salvación dada en Cristo. Pero, tenemos que situarnos en el contexto de aquella época, Israel se consideraba el pueblo elegido, era el pueblo de Dios, la salvación le correspondía a ellos exclusivamente. Sin embargo Pedro experimenta un cambio de mente muy fuerte a través de lo que Dios le revela una noche: “No llames impuro a los que yo llamo puro” (Hch 11,10), a través del simbología de la carne de animales aptos para ser ingeridos. Desde esa experiencia de Dios Pedro no puede otra cosa que trasmitirles que la salvación también es para los gentiles, para los incircuncisos, etc. Cristo ha muerto y ha resucitado por todos los hombres, sin excepciones. Este será un tema muy importante y decisivo en la Iglesia primitiva: ¿Para quién es la salvación? ¿Cómo se obtiene la salvación? Tema que será tratado más adelante en el Concilio de Jerusalén y en el que Pedro marcará con una apertura importantísima(Hch 15). Es asombroso como la Iglesia en muy poco tiempo, en los primeros siglos, fue definiendo lo nuclear de la fe. Vemos aquí la fuerza del Espíritu Santo ayudando a discernir y a poner las bases del cristianismo.

A nosotros ahora, en el siglo XXI, después de todos estos años de historia de la Iglesia nos puede parecer evidente que Jesús es para todos, pero debemos entender que llegar a formular esto en aquellos momentos era un giro copernicano para los cristianos judíos. Gracias a la unidad que ahora vemos entre el Antiguo y Nuevo Testamento, sabemos que cuando Dios eligió al pueblo de Israel estaba pensando en toda la humanidad. Cuando Dios estaba haciendo una alianza de amor con ellos, la estaba haciendo con todos los pueblos. La elección de Dios no es exclusiva, sino inclusiva.

La salvación es para todos y es gratuita, porque no depende de algo externo (circuncisión), no depende de nuestras obras o del cumplimiento de la ley, sino que depende de Dios que en su libertad amorosa entregó a su hijo Jesús para salvarnos. Y este mensaje fue el mensaje que Jesús quiso hacer comprensible a sus contemporáneos, en un lenguaje que todos pudieran entender, por este motivo utiliza la imagen del pastor. Jesús es el buen pastor que viene a dar su vida por nosotros, nos alcanza una salvación que debemos acoger desde nuestra libertad. Jesús no se impone, llama a nuestra puerta, llama a la puerta de todo hombre y mujer de todos los tiempos. Jesús respeta nuestra libertad, quiere que le recibamos abriéndole la puerta de nuestro corazón. Asume nuestras idas y venidas, no nos quiere en su casa “obligados y retenidos”. Su casa, la Iglesia, es una casa de puertas abiertas, nos trata como a personas maduras y responsables, no nos trata como a niños pequeños.

Sabemos que la Iglesia está atravesando en Europa una crisis de fe, pero también sabemos que crisis es sinónimo de crecimiento. Podemos caer en el pesimismo o podemos ver este tiempo como un tiempo propicio. Ya no nos vale un cristianismo heredado, un cristianismo de costumbres; los cristianos de hoy estamos en casa porque queremos, porque hemos descubierto que Jesús nos quiere con locura y que dio su vida por nosotros. Es un tiempo de Gracias porque a pesar de tenerlo todo el hombre de hoy tiene sed en su corazón de más, tiene sed del Dios Vivo.

Desde este mensaje de las lecturas podemos preguntarnos en nuestra oración de hoy: Jesús ¿Cómo vivo la libertad que me das? ¿Acojo tu cariño, tu ternura, tu salvación gratuitamente, o aún me la quiero ganar por mis fuerzas? Si tu mensaje es para todos, ¿lo transmito ahí donde estoy?