De todos es conocida la expresión usada en las subastas: ¿Quién da más? A la escucha de esta frase el que puja va subiendo el precio hasta que nadie puja más y adquiere el objeto en cuestión. ¿Quién da más? Podría ser también hoy el tema que nos plantea el Evangelio. Nos encontramos ante uno de los textos más representativos de la vida cristiana. En pleno sermón de la montaña Mateo nos narra las palabras de Jesús ofreciéndonos en ellas un camino de vida. Una vez más la Buena noticia de Jesús no sólo es algo que informa sino algo que transforma.

Esta transformación queda rubricada con las palabras del mismo Jesús: Yo, en cambio, os digo… No son meras palabras sino una propuesta de santidad. Son palabras que brotan del Corazón del Señor y que se dirigen a nuestro corazón.  Así entendía el Beato cardenal Newman el camino de la vida cristiana y así lo expresó en su lema: Cor ad cor loquitur (el corazón habla al corazón). Para este beato inglés, la vida cristiana, y nos lo recordaba Benedicto XVI en la ceremonia de su beatificación, es una llamada a la santidad, experimentada como el deseo profundo del corazón humano de entrar en comunión íntima con el Corazón de Dios.

Es precisamente lo que hace el Señor en este pasaje del evangelio que comentamos. El Yo, en cambio, os digo… viene reforzado por su propia vida. La novedad de la vida cristiana es precisamente el dar más. El cristiano es el que da siempre más hasta la entrega de uno mismo. Jesús nos hace cambiar de mirada. Nos hacer ver que no es suficiente dejarse abofetear la mejilla, que no es suficiente que demos la túnica, que no es suficiente que caminemos una milla con quien nos lo requiera, no es suficiente… La lógica cristiana es la lógica del más, de dar siempre más hasta la entrega. En definitiva no es más que descubrir que la lógica cristiana es la misma lógica de Cristo. Esta lógica comienza con un punto de partida, al que te pide dale, y culmina con un punto de llegada, al que te pide date. Esa es la lógica de Cristo: darse en lo que uno da.

Jesús, por tanto, nos propone vivir la vida cristiana como un camino de santidad en el que entramos en comunión íntima con el Corazón de Dios que siempre da más porque siempre se da.

María fue la cristiana perfecta porque vivió en plenitud la lógica de Cristo. Pidámosle a Nuestra Madre la gracia de dejarnos transformar como ella para podernos dar también como ella.