Las lecturas que hoy nos presenta la Liturgia son preciosas. Son los sencillos y humildes los que ven a Dios cara a cara, los que hablan con Él como un amigo, como lo hacía Moisés. Tanto la primera lectura como el evangelio nos hablan de la Manifestación de Dios a los hombres. Dios anhela una relación cercana, de confianza, de ternura con nosotros. Dios se revela a Moisés y tan solo le pide una cosa: descálzate. Dios quiere seguir dándose a conocer a todos. ¿Qué tiene que decirnos a nosotros hoy esta llamada a descalzarnos?

En nuestro caminar de esta semana propongo para hoy reflexionar sobre esta tercera “salida”: Salir de nuestros prejuicios para descalzarnos ante Dios.

                  A veces como Moisés, podemos tener miedo de acercarnos a Dios, pensamos que nos va a juzgar o nos va a tratar con dureza. Dios nos invita a dirigirnos a Él con toda confianza, cómo somos, cómo estamos. Descalcémonos de nuestros prejuicios que nos impiden colocarnos ante el verdadero rostro de Dios misericordioso. Dios ve nuestra vida como tierra sagrada, nos invita a mirarnos así y a mirar así a cada persona. Dios nos invita a ser sencillos antes Él, no necesitamos presentarnos con muchos talentos, éxitos o virtudes. El evangelio es para aquellos que con humildad de corazón aceptan lo que son y se colocan en su verdad ante Dios. A través de las lecturas de hoy Dios nos invita a sentirnos profundamente amados por Él, nos llama a descalzarnos de todo lo que nos dificulta la relación con Él y los hermanos.

He sido testigo en mi vocación de cómo la gente sencilla tiene una sensibilidad especial para captar a Dios. Este año hemos tenido la suerte de conocer a un hombre que tiene parálisis cerebral y el centro en el que vive. Hemos ido forjando una amistad con él y ha venido muy a menudo por casa. Siempre que hablo con él me impresiona la relación que tiene con Dios y se vuelve para mí un ejemplo a seguir. Tuvimos unas misiones de barrio en las que participó como uno más. Se traslada en silla de ruedas eléctrica, pero eso nunca ha sido un impedimento para él, mucho menos si se trata de salir a hablar de Jesús a los demás. Me ha demostrado que un corazón misionero no depende de las cualidades humanas que se tengan, sino más bien de la relación de amistad que se tiene con Jesús.

Señor, aquí estoy, desnudo ante tu presencia, me conoces mejor que yo a mí mismo, me amas como soy. Señor quiero hablar contigo como con un amigo, quiero vivir contigo una relación cercana, de intimidad, con sencillez y humildad. Libérame de los prejuicios que me impiden acercarme a Ti con un corazón pobre.