Ayer nos quedamos en la lectura del Éxodo a la espera de la noche de Pascua. En la primera lectura de hoy vemos como Dios salva a su pueblo en la noche, en la noche de la Pascua. El pueblo de Israel confiando en Moisés abandona Egipto para caminar hacia su liberación. Reconocen que necesitan ser salvados por Dios de la esclavitud y la opresión.

Jesús es el nuevo Moisés, viene a liberarnos de la esclavitud del pecado. Vemos a Jesús en el Evangelio curando y sanando. En Jesús se cumplen las profecías, Él es el Mesías.

A lo largo de esta semana he ido dando pistas, claves, “salidas” para recorrer un camino interior de liberación y de vida, de la mano de la historia del pueblo de Israel. Quisiera cerrar esta semana con la última salida, la sexta: salir de la autosuficiencia para acoger a Jesús como salvador.

                  En nuestro mundo se valora la independencia, el ser capaces de hacer todo por nosotros mismos, se presenta la necesidad como una debilidad. En la fe estas categorías se invierten, ser necesitados es nuestra condición humana esencial, y no es debilidad sino fortaleza, pues eso nos permite abrirnos a Dios. Necesitamos ser salvados de todas las ataduras que tenemos para poder vivir la libertad de ser hijos de Dios.

Cuántas veces he experimentado en la vocación que no era capaz por mí misma de amar, de perdonar, de seguir adelante. Esos momentos en los que he experimentado con más fuerza mi limite y me debilidad son los momentos donde he experimentado con más fuerza la actuación de Dios en mi vida. Son momentos privilegiados para poder hacer experiencia de la fuerza de Dios y de la ayuda de los hermanos.

Señor te necesito, no puedo nada sin tu ayuda, separada de ti no puedo hacer nada. Ayúdame a abrirme a tu Gracia y a la ayuda que me brindas a través de las personas que me rodean.