Una cosa buena les impedía ver una mejor. Uno de los dramas de nuestra vida consiste en la superficialidad. Y ese es un gran enemigo de la vida cristiana. El cristianismo es la religión de la profundidad. Ya lo decía el santo obispo de Hipona, san Agustín: No busques fuera, en el interior del hombre habita la verdad.

Los fariseos se quedan en lo exterior y eso les impide ver en profundidad. El sábado que era el día del descanso y tenía como finalidad descansar en el Señor les impide, al vivirlo de manera superficial, en descubrir que Jesús es el Señor y lo importante es estar con Él.

Nos puede suceder también a nosotros. Podemos vivir la vida cristiana de forma farisaica, es decir, quedándonos en la superficie y hacer las cosas sin descubrir la importancia de llegar a conocer la presencia amable de Jesús que es lo único importante. Si mis prácticas de piedad no me llevan a encontrarme con Jesús sirven de muy poco. Jesús es Señor del sábado.

Qué fácil es buscar los consuelos en lugar de buscar al Dios de los consuelos. Qué fácil es ocuparse de las cosas de Dios en lugar de ocuparse de Dios. Tenemos que suplicar al Señor que nos conceda la gracia de la profundidad. Que nuestros ojos se acostumbren a mirar en profundidad.

En la experiencia de los Ejercicios Espirituales San Ignacio de Loyola invita a descubrir al Señor en todo lo que nos rodea y nos sucede. El Santo de Loyola le dice al ejercitante que hay que descubrir a Dios en todas las cosas y a todas las cosas en Dios para así poder en todo amar y servir a Jesucristo.

Esa ha sido la experiencia de todos los santos. San Vicente de Paul les decía a sus hijas:

Hay algunas ocasiones en las que no es posible guardar el orden de la distribución del día; por ejemplo, llamarán a la puerta mientras hacéis oración, para que una hermana vaya a ver a un pobre enfermo que la necesita con urgencia; ¿qué hay que hacer? Será conveniente que vaya cuanto antes y que deje la oración, o mejor dicho que la continúe, ya que es Dios el que se lo manda. Porque, mirad, la caridad está por encima de todas las reglas y es preciso que todas lo tengáis en cuenta. La caridad es una gran dama; hay que hacer todo lo que ordena. Por tanto, en ese caso, dejar a Dios por Dios. Dios os llama a hacer oración v al mismo tiempo os llama a atender a aquel pobre enfermo. Eso se llama dejar a Dios por Dios.

Que nuestra madre la Virgen nos ayude a tener unos ojos como los suyos que estén atentos para ver a Dios y quedarnos con Él.