San Jerónimo nos ha dejado como preciosa herencia a los cristianos de todos los tiempos el amor por la Sagrada Escritura. Dedicó mucho tiempo de su vida al estudio de los textos sagrados y le debemos a él la traducción latina de la Biblia, conocida como “Vulgata” (traducción para el pueblo o vulgo). Acercarnos a la Escritura es acercarnos a Cristo mismo, quién nos habla a través de ella. Para San Jerónimo ignorar la Escritura es ignorar a Cristo. Este mensaje refuerza en nosotros el deseo de reservar cada día, al menos unos minutos, para leer su Palabra y alimentarnos de ella.

Tengo la suerte de ser testigo de lo que la lectura de la Biblia puede suponer para un creyente. Una persona cercana a mí, de lectura diaria de los evangelios, me compartía hace unos días cómo Dios le habló a través del evangelio de este día. Decía que había comprendido que Dios no le pedía abandonar su familia y despreocuparse de ella, sino que Dios le pedía ser el centro de su vida y que solo desde ahí podría amar bien a los suyos. Escuchándola me daba cuenta de la grandeza de la oración y de la fuerza que puede tener en una vida la lectura asidua de la Palabra.

En el Evangelio de hoy podemos ver también reflejada la vida y actitud de San Jerónimo ante la llamada de Dios, quien puso su mano en el arado y no miró atrás. Jesús cuando llama a alguien a seguirle le pide todo, todo el corazón. Por eso dice el pasaje de hoy que quién pone su mano en el arado y mira atrás no vale para el Reino de Dios. Si Dios no reina en el corazón de aquellos a quién llama y no está en el primer lugar, el seguimiento será muy difícil. Dios reinó en el corazón de San Jerónimo; Dios fue todo para él. Por querer poner a Dios en el primer lugar, se marchó durante un tiempo al desierto para luchar contra su propio yo. Más tarde fue nombrado secretario del Papa, puesto, que desempeñó con mucha entrega y dedicación. Al final de su vida se fue a la tierra de su Señor y vivió sus últimos años en Belén, donde fundó un convento para hombres y otros para mujeres. Todos podemos aprender de la vida de San Jerónimo.

En este día en el que la Iglesia celebra su vida y su vocación podemos pedirle a Dios, por medio de su intercesión, que nos conceda acrecentar nuestro amor por la Escritura. Señor, ayúdanos, por mediación de San Jerónimo, a abrir el corazón a tu Palabra y a dejarnos iluminar por ella, danos la fuerza para optar por Ti de forma definitiva, sin mirar atrás.