Hace un par de días vino a un funeral en la parroquia el primer catequista que ya no vive en el barrio. Entonces tenía 16 años (hace seis años), y la catequesis comenzaba en la parroquia, entonces un pequeño barracón. Por aquel entonces se apuntaron 14 niños a la catequesis de primera comunión. Todo era un comienzo. Le dije: ¿te acuerdas de los 14 niños de catequesis?. Por supuesto, me contesta. Este año hay 900 niños en catequesis (no, no se me ha escapado un cero, un poco menos de mil). Todo comenzó con un catequista y un pequeño barracón, hoy hay casi 80 catequistas y la parroquia llena de niños toda la semana. Podría ser motivo de vanagloria, de orgullo inútil, pues lo importante no son los novecientos, sino uno más uno, más uno, más uno… hasta los novecientos. Puede uno quedarse en el “éxito” pero es importante hacer un pequeño parón para que los árboles nos dejen ver el bosque.

“Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre”. Celebramos hoy las témporas de acción de gracias y de petición. Un pequeño parón antes de empezar en profundidad el curso y darnos cuenta de la verdad. Cuando uno pide de verdad el Señor da y se sobrepasa. Cuando uno llama el Señor abre las puestas que parecían cerradas. El que busca encuentra lo insospechado, mucho mejor de lo que buscaba. Un pequeño parón que nos ayude a dar gracias por todo lo que Dios nos está dando, para que no te creas que son tuyos los éxitos y las victorias. Un día de pedir a Dios que siga haciendo y nos de fuerzas y gracia para responder generosamente. Un día para pedir perdón pues, a lo mejor, en vez de novecientos Dios había previsto mil quinientos niños para este año y mi falta de generosidad no lo ha hecho posible. Día de acción de gracias y de petición, tan necesario siempre, pero la Iglesia nos propone esta jornada en especial.

Toda esta semana quiero dedicar un trocito del comentario a la familia, para acordarnos del sínodo y pedir por sus frutos. “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” pide San Pablo a los Corintios. Pidamos hoy que no hagamos virtud del pecado, sino que sepamos acudir al médico de las almas y de los cuerpos que es el Señor y mostrarle nuestras heridas para que Él las sane. Y las dificultades que se encuentran los matrimonios en su vida diaria, o los hombres y las mujeres para vivir su sexualidad y su afectividad no pidamos que nos digan que son estupendas, sino que con el aceite del consuelo sepamos acudir a las fuentes de la Gracia para que cure y sane nuestras heridas dejándonos reconciliar en el sacramento de la confesión, con humildad y alegría.

Que Santa María y san José bendigan a todas nuestras familias y a aquellas que sufren dificultades, para que pidiendo, llamando y buscando encuentren la verdadera alegría.