Mientras no se demuestre lo contrario, no creo que la ingeniería, la arquitectura o alguna otra ciencia logre algún día construir edificios en el aire. Con la imaginación, sí, claro: se nos da muy bien construir castillos que flotan entre las blancas nubes y soñar con carrozas que atraviesan el cielo hacia no se sabe dónde…

Si hay algo que queda claro en la Sagrada Escritura, ya desde los primeros versículos del Génesis, es que somos seres muy unidos a la tierra. Entre los pilares en los que se apoyaba la fe de los israelitas estaba el arca de la alianza que, según la primera lectura de hoy, fue trasladada con gran pompa y boato a la tienda que le preparó el rey David. El Evangelio, en cambio, habla más bien de esos otros pilares, quizá no tan materiales y visibles, en los que ha de apoyarse nuestro seguimiento de Cristo. Para hacer de la Palabra de Dios un pilar de nuestra fe primero hay que aprender a escucharla, después hay que tener la valentía de vivirla. Pero, el Evangelio también presenta a la Virgen como uno de los pilares de nuestra fe, precisamente por ser modelo de maternidad para toda la Iglesia.

Qué bella catequesis encierra la imagen del pilar para referirse a la Virgen. Deberíamos preguntarnos si la contemplación de los misterios de María suponen en nuestra relación con Dios uno de los pilares más firmes, o, en cambio, vivimos una devoción a María superficial, pastelera y postiza, que no suscita el cambio del corazón y, sobre todo, que no transforma nuestra vida. En realidad, deberíamos preguntarnos en qué pilares se apoya nuestra fe, cuáles son esos firmes fundamentos en los que nos apoyamos, cada día y en cada circunstancia, para levantar el edificio de nuestra vida cristiana y nuestra relación con Dios. Porque, quizá sin darnos cuenta, podemos estar viviendo un cristianismo imaginario, o imaginado, de esos que están construidos en el aire, entre blancas nubes, o que atraviesan el cielo no sé sabe hacia dónde. En ese cristianismo ilusionista, quizá muy lleno de prácticas religiosas, devociones, cumplimientos, normas y muchas otras cosas piadosas, nos imaginamos ser el príncipe de toda virtud, o el salvador del planeta, o el secretario particular de la Santísima Trinidad, sin darnos cuenta de que nuestra pompa de jabón se rompe a la más mínima cruz, problema, agobio, fracaso, o contradicción. En la vida espiritual, como en la vida misma, uno de los pilares fundamentales ha de ser el sentido común y la normalidad. Con ellos hemos de caminar, con los pies muy puestos en la tierra de nuestra diaria realidad.

Pidamos también hoy de una manera especial a la Virgen del Pilar, sin complejos de ningún tipo, por España y por todos los pueblos hermanos de Hispanoamérica. Y, el que pueda y sepa, que le cante a la Virgen alguna que otra jotica, que así la oración de hoy será más emocionante.