Comentario Pastoral

VER DESDE LA FE

La curación del ciego Bartimeo se sitúa en la larga lista de los milagros obrados por Jesús con invidentes, y es expresión de un claro mensaje teológico: Israel tiene los ojos ciegos, incapaces de ver los signos de los tiempos y la acción de Dios en la historia. Pero cuando aparezca la figura mesiánica, misteriosa del Siervo del Señor, se abrirán los ojos de los ciegos.

Por encima de la curación física de Bartimeo hay un signo profundo y mesiánico. La ceguera interior va a ser cancelada. y es el mismo Jesús el que declara que la fe de este pobre abandonado al borde del camino es la que le ha curado. y Bartimeo deja manto y caminos, y sigue el itinerario de Jesús y lo acompaña en su destino de muerte y gloria. La historia de este milagro es la historia de una llamada a la fe y al discipulado.

Cristo es el sacerdote y el mediador perfecto que nos libra de nuestra ceguera, enfermedad más simbólica que real, porque manifiesta la ausencia de la luz. La curación de la ceguera es signo de salvación interior. Los seguidores de Jesús son una comunidad de salvados y curados, los pobres, los ciegos, los cojos; los que se levantan ante la llamada del Señor, los que se acercan a él con confianza, los que piden con humildad y sin exigencias.

Hay una interacción mutua entre fe y realidad salvadora. La fe es causa de salvación y la salvación aumenta la fe. La esperanza de liberación que anima a Israel provoca esa misma salvación. La alegría con que se celebra es una alegría anticipada y anticipadora.

Tener fe es ver a Dios como Padre y descubrir el camino de Jesús como camino de salvación.

Andrés Pardo

 

Palabra de Dios:

Jeremías 31, 7-9 Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6
Hebreos 5, 1-6 san Marcos 10, 46-52

Comprender la Palabra

La primera lectura propone un oráculo de consolación, con perspectiva mesiánica, tomado del libro de Jeremías. Describe el cortejo del pueblo de Dios, que admite en sí a los pobres ciegos y cojos, en un éxodo de liberación de su cautividad y en ruta hacia la patria regenerada. Éxodo y vuelta del exilio, marcan y jalonan la historia de la salvación del Antiguo Testamento. Y ambos se apoyan en la debilidad humana extrema y la manifestación del poder de Dios. Es la tónica de la historia salvífica como expresión de la pedagogía de Dios. Historia humana y mensaje de Dios se entrecruzan constantemente. Una historia real, muchas veces pobre y débil, pero que, aprovechada por el poder de Dios, se convierte en un paradigma para los hombres. También hoy se entremezclan todos esos elementos en nuestra Iglesia en medio del mundo: debilidad del hombre y poder de Dios. Este poder ha sido manifestado en la realización del proyecto salvador.

La Carta a los Hebreos enfoca su tema central: el sacerdocio de Cristo, como punto de apoyo de la perseverancia en la fidelidad cristiana. Las primeras líneas esbozan la figura ideal del pontífice. Situado entre Dios y los hombres, en sintonía afectuosa con ambas partes. Especializado por dedicación en su oficio sacral y reconciliador. Designado por iniciativa no humana, sino del mismo Dios. En las últimas líneas comienza una larga aplicación de estos rasgos generales a la figura concreta de Jesucristo, sumo, único y eterno sacerdote.

San Marcos, en el texto evangélico de hoy, describe la curación de un ciego en Jericó. Obra de misericordia característica del Mesías. Signo de salvación. Imagen del proceso en la fe de los discípulos. Lección de seguimiento por el camino de Jesús. Preludio de la entrada en Jerusalén.

Esta narración marcana, tiene un especial relieve querido por el autor. Escuchamos los grandes gritos del ciego mendigo en el camino, en los que resuena por dos veces la invocación «Hijo de David». Fuera de la mención sobre la filiación davídica del Mesías (cf. Mc 12,35-37), es la única vez que encontramos en el evangelio de Marcos esta designación judía del Mesías. Y Jesús la permite.

Jesús alaba la fe del ciego que le sigue por el camino. La gente no alcanza a creer en Jesús. El ciego Bartimeo, por el contrario, cree en él como Hijo de David y como Mesías de manera firme e inconmovible, aunque las gentes se lo recriminan. Cree en la bondad y en el poder de Jesús, en quien se acerca la ayuda de Dios. Para los lectores cristianos, el ciego pasa a ser modelo del creyente y discípulo, que ante nada retrocede y que sigue a Jesús en su camino hacia la muerte. Jesús acepta esta confesión en su camino hacia la Pasión, donde se revelará la plenitud de lo que significa ser el Mesías. El ciego sigue hablando a los hombres y mujeres de hoy que pertenecen a la comunidad de Jesús. En medio de las dificultades -su grave situación y el rechazo de los que rodean a Jesús -, él sigue firme en su actitud y en su petición. Cree y lo proclama con su palabra y con sus gestos. Y consigue la visión. Son necesarios en nuestro mundo, testigos de la fe en Jesús en medio de las dificultades, porque Jesús sigue ofreciendo lo que los hombres necesitan: ver realmente su situación y destino. Recibir, como el ciego, la luz que orienta la vida. La verdad y la luz son elementos necesarios para el hombre.

Ángel Fontcuberta

 

al ritmo de las celebraciones

Solemnidad de Todos los Santos

 

Los orígenes de esta solemnidad parece ser la dedicación al culto cristiano del Panteón de Roma, el año 610, en honor de la Santísima Virgen María y de todos los mártires. Las Iglesias Orientales también tenían una celebración conjunta de todos los Santos. Bajo el pontificado de Gregorio IV (827-844) se fija la fecha del 1 de noviembre para su celebración, extendiéndose por todo el Imperio Francogermánico.

La Iglesia celebra este día la fiesta de esa «muchedumbre innumerable que nadie puede contar» (Ap 7,2-4.9-14: primera lectura), de los seguidores de Jesús que ya han alcanzado la meta de la eterna felicidad. Esa «multitud de intercesores» (oración colecta), que ahora son «semejantes a Dios y le ven tal cual es» (1Jn 3,1-3: segunda lectura), ya que hicieron realidad en esta vida el espíritu de las bienaventuranzas, es decir, fueron pobres, mansos, limpios de corazón, pacíficos, misericordiosos, lloraron sus pecados y tuvieron hambre y sed de la salvación (Mt 5,1-12: evangelio).

Al celebrar el recuerdo de todos estos santos, anónimos en su inmensa mayoría, la comunidad cristiana está celebrando el misterio de su comunión con ellos y, en definitiva, la grandeza de una vocación común a la santidad que en ellos ya ha dado fruto, y en nosotros también lo puede dar si somos fieles y perseveramos. Sólo Dios es «el Santo entre todos los santos» (oración después de la comunión) y de Él viene toda santificación.

El camino que han recorrido los santos lo podemos recorrer todos los que hemos sido hechos hijos de Dios por el Bautismo, «y aún no se ha manifestado lo que somos» (1Jn 3,2: segunda lectura).

Todos los que formamos la Iglesia terrena nos alegramos en esta fiesta en honor de la Iglesia celeste, y obtiene en ella la fuerza para seguir peregrinando hasta entrar en la Jerusalén del cielo (cfr. prefacio propio de la Misa).


Ángel Fontcuberta



 

Para la Semana

Lunes 26:
Romanos 8,12-17. Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abbá! (Padre).

Sal 67. Nuestro Dios es un Dios que salva.

Lucas 13,10-17. A ésta, que es hija de Abrahán, ¿no había que soltarla en sábado?
Martes 27:
Romanos 8,18-25. La creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios.

Sal 125. El Señor ha estado grande con nosotros.

Lucas 13,18-21. Crece el grano y se hace arbusto.
Miércoles 28:
San Simón, apodado «el Zelotes» y San Judas Tadeo, «el de Santiago», apóstoles.

Efesios 2,19-22. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles.

Sal 18. A toda la tierra alcanza su pregón.

Lucas 6,12-16. Escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles.
Jueves 29:
Romanos 8,31b-39. Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo.

Sal 108. Sálvame, Señor, por tu bondad.

Lucas 13,31-35. No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.
Viernes 30:
Romanos 9,1-5. Quisiera ser un proscrito por el bien de mis hermanos.

Sal 147. Glorifica al Señor, Jerusalén.

Lucas 14,1-6. Si a uno se le cae al pozo el burro o el buey, ¿no lo saca, aunque sea sábado?
Sábado 31:
Romanos 11,1-2a. 11-12.25-29. Si la reprobación de los judíos es reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino un volver de la muerte a la vida?

Sal 93. El Señor no rechaza a su pueblo.

Lucas 14,1.7-11. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.