La vida cristiana no es una utopía o un camino irrealizable sino un auténtico camino de transformación. Lo vemos de una manera muy plástica en este ciego obligado a mendigar. Se trata de uno que no ve y además que es pobre.

En primer lugar la vida cristiana es un camino de visión. ¡Qué poco refleja el sentido de la fe cuando hablamos de la “fe ciega”! La fe es justo lo contrario. El encuentro con Cristo nos hace ver, no al revés. Lo que este ciego nos enseña es que precisamente Jesús le devuelve la vista. Con Jesús se ve más y mejor. Cristo transforma mis tinieblas en luz, mi oscuridad en claridad.

En segundo lugar la vida cristiana es un camino de petición. Podríamos poner a este ciego dentro de la lista de los grandes maestros de espiritualidad. Sabe pedir y a quién pedir. Es maestro en el modo de pedir: grita. Nuestra oración debe llegar a los oídos de Dios. Él se hace oír a pesar de los que le quieren calladito. Y también, es maestro el modo de gritar: insiste. ¡Qué importante la perseverancia en la oración!

Finalmente, la vida cristiana es un camino de seguimiento. Este ciego pasa de estar al borde del camino, sentado en el suelo, postrado en tierra a causa de su ceguera, a seguir a Jesucristo glorificando a Dios. Esto es lo que hace Jesús con cada uno de nosotros. Es precisamente la luz de la fe la que hace posible que sigamos a Jesús.

¡Cuántas veces experimentamos estar al borde del camino! Tirados en la cuneta, mordiendo el polvo, ciegos… Jesús pasa, cada día, cada instante dispuesto a darme la vista, a darme la compasión, dispuesto a escuchar mis gritos. El pasa cada día ¿le grito? ¿O ya he hecho las paces con mi miseria? ¿Le pido ver más? ¿O ya me he acostumbrado a mi vida tal cual es y no espero más?

Ver más, gritar más… Este hombre no es un conformista. Nos enseña que con Cristo siempre hay más. Bien podemos recordar aquel sueño de San Francisco Javier que soñando estar sirviendo le gritaba a Jesús. ¡Más, más y más!

Que la Virgen María, madre de la fe, nos enseñe a caminar en la luz, en la petición y en el seguimiento de Jesucristo.