Siempre que se inicia un tiempo fuerte en la Iglesia como es el Adviento es más fácil que nazca en nuestro interior la convicción sincera y firme de vivirlo con intensidad. El Evangelio de hoy nos anima a ello. Jesús nos dice que no basta con pronunciar palabras exteriores, sino que se trata de cumplir la voluntad de Dios.

Podemos pensar en como rezamos. Hay algo sencillo. Quizás cada día rezamos el Padrenuestro. Es posible que incluso lo hagamos varia veces. Una de las peticiones dice: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. ¿Cuándo pronunciamos esa frase, le abrimos nuestro corazón al Señor para que así sea? ¿Le pedimos que ilumine nuestro interior para que abramos nuestro corazón a lo que él quiere? ¿Suplicamos fuerzas para que si esa voluntad es exigente seamos capaces de llevarla a cabo?

Y también dice Jesús que el que escucha sus palabras y las pone en práctica es como el que edifica sobre roca. Quien no lo hace construye sobre arena. Y explica lo que sucede con una y otra edificación en casa de vientos impetuosos o aguaceros intensos. Es fácil ver ahí como se desmorona la fe ante dificultades si está no está arraigada profundamente en nuestro interior. Si era sólo una patina externa que nos recubría pero que no nos sostenía. La fe debe fundamentar nuestra vida. Y la roca sobre la que nosotros debemos desarrollarnos es el mismo Cristo.

En el día de hoy la liturgia nos ofrece un ejemplo concreto. Celebramos la memoria de san Francisco Javier. Fue gracias al encuentro con Ignacio de Loyola sucedido en París que Javier decidió entregarse totalmente al Señor. Lo primero fue descubrir que la vida fuera de Cristo no es plena y que sólo en él se encuentra la respuesta a los anhelos más profundos del corazón. Después, progresivamente Javier fue viendo que es lo que el Señor, en concreto le pedía. Y eso le llevó hasta el extremo Oriente. Allí fue como misionero y no le faltaron dificultades de toda clase: incomodidades, resistencias, fatigas,… Pero no se tambaleó. Su fuerza estaba en el Señor y así pudo evangelizar a multitud de personas y construir esa bella casa que es la santidad. Porque el edificio de que Jesús habla en el evangelio es la casa que el Espíritu Santo construye en nuestro interior cuando somos dóciles a sus inspiraciones.

Por otra parte, en la perspectiva de la Navidad, no podemos dejar de mirar el hogar que Dios hizo en la tierra. Allí encontramos a Jesús, que vino al mundo a cumplir la voluntad del Padre, que decía era su alimento. Está también la Virgen Santísima, que respondió al ángel diciendo :”Hágase en mí según tu palabra”. Y tenemos, finalmente, a san José, que en todo cumplió lo que le mandaba el ángel y cuyo deseo más grande era obedecer en todo a Dios. Maravilloso hogar en el que hemos de introducirnos para aprender a cumplir la voluntad de Dios.

Este Adviento hemos de pedir con insistencia: enséñanos a cumplir tu voluntad; danos fuerza para hacerlo. Líbranos Señor de toda religiosidad superficial y ayúdanos a crecer en una fe que sustente totalmente nuestra vida y que nos permita testimonia ante el mundo tu misericordia. La esperanza a que nos invita este tiempo nos impulsa a confiar en que no seremos defraudados si nuestra petición es sincera.