¿Qué es lo que más me cansa? ¿El trabajo diario, la atención a los niños, cuidar a mi familiar enfermo, los estudios? Claro que me canso con los afanes de cada día. Muchas veces llego a la cama rendido, sin energías. Pero me basta un sueño reparador, una buena comida o un tiempo de ocio agradable y me recupero. Sólo hay algo que me agota realmente: la falta de comprensión por parte de los que tengo al lado, las continuas quejas o sospechas, las críticas, las riñas, la violencia, la impotencia ante la falta de solución, sentirme esclavo de mis pecados, la desilusión, la continua desconfianza, el malhumor, los malos rollos, los reproches cuando no haces algo bien, la ausencia de agradecimiento en los gestos de amor… Eso sí me cansa, me tumba, me quita la capacidad de volver a empezar y muchas veces me dan ganas de tirar la toalla y dejarme arrastrar por la corriente de mi apetencia o comodidad.

«Venid a mí todos…» Al menos en Cristo, ciertamente, no encuentro nada que me canse. Todo lo contrario, en Él toda la rabia e impotencia que tengo las encuentro absorbidas en su acogida silenciosa, en la compañía secreta de mi alma. Por supuesto, lo encuentro sobremanera en la misa o en la confesión. Y pienso, si todo el mundo necesita ese descanso, significa que todos pueden experimentarlo como me ocurre a mí. Quizás tenemos entre manos la buena noticia que despierte a nuestra gente: «¿Sabes cuánto se descansa cuando se acerca Jesús a tu vida?» Y no importa cuántas cargas lleves contigo ni lo duras que sean, porque él las acoge todas: «¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído? El Señor… no se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia» -dice Isaías-.

«Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón».  Hay otra cosa que me llena de cansancio: aspirar a cosas fuera de mi alcance o hacer demasiadas cosas a la vez. En un caso u en otro, quizás me dejo llevar por mi soberbia, por el orgullo de pensar que puedo con todo. Y no es así. Necesito aprender de Jesús. Él era manso y humilde de corazón, es decir, aunque era todopoderoso por ser divino, tuvo que limitarse a hacer sólo lo que estuviera a su alcance y según sus fuerzas humanas. También es de humildad saber parar, dormir, dejar que otros hagan su parte, delegar. A veces el protagonismo nos puede y nos llena de ansiedad. Es mejor ser conscientes de hasta donde podemos llegar y punto. Gracias Jesús por recordarmelo.

«Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». Es verdad, por Amor todo es más fácil. La madre que cuida al hijo que esta enfermo se levanta de la cama las veces que haga falta y todo puede sobrellevarlo cuando esta llena de amor. Cuando las cosas se hacen por amor (a Dios y de Dios) y por un amor sincero al hermano, no hay trabajo pesado, ni horas… Las horas se pasan más rápido y el trabajo se hace más liviano.

¿Cómo no voy a ser cristiano? Necesito a Cristo desesperadamente porque necesito descansar de tanta inoportunidad y desaliento existente en mi vida. Necesito que me rodee una atmósfera respirable de cariño y respeto.  Y, sobre todo, necesito cargarme de Su Amor -como el buey lleva su yugo para el trabajo en el arado- para correr más deprisa, para dar más fruto, y para hacer que muchos descansen por mí. Yo soy testigo de que la palabra de Isaias se vuelve a cumplir… «los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas,… marchan sin fatigarse».