¿Adviento para qué? ¿Quién tiene que venir? ¿A quién le interesa el Adviento?

Esta actitud de pasotismo ante la acción de Dios en nuestra vida es lo que hace saltar de la silla a Jesús. «¿Con quién comparare a esta generación?» Jesús increpó así a  los que le escuchaban, pero no es una pregunta para ayer, es una pregunta totalmente actual. «Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, os hemos entonado lamentos y no habéis llorado».  Nos podemos encontrar en ambos casos con personas que no esperan nada de Dios. Aparece la actitud «anti-adviento» que sería como el negativo de la foto. Así nos encontramos primero a los que «tocan la flauta pero no bailan». Serían las personas que  le piden a Dios que haga un milagro para solucionar un sufrimiento de su vida, y ocurre que, habiéndose producido dicho milagro, sin embargo se convencen de la suerte que han tenido y se alegran por su pericia o la de otros profesionales. Pero nada de que Dios haya podido hacer algo.

Segundo, encontramos a los que «tocan lamentos y no lloran». Sería los que creyendo ser perfectamente libres, niegan a Dios en su vida diciéndole que les deje en paz para obrar a su antojo. Y al mismo tiempo están convencidos de que Dios no existe porque «no hace nada» frente al mal del mundo y el sufrimiento de la gente.

¡Pobre Dios! ¿Qué tiene qué hacer para que confiemos en él?

En el anti-adviento le es imposible venir.

El adviento supone dejar espacio y tiempo a Dios para que actúe, confiar en su «infinita sabiduría» y en el plan que tiene para nosotros, Él sabe lo que tiene que hacer a su tiempo. El adviento sabe dar inmediatamente las gracias a Dios en todo y por todo, y siempre está atento a lo que Dios pueda necesitar de tí para ayudarle a realizarlo. El adviento es prestarle la vida a Dios para que pueda hacer cosas grandes.

Dios no está en su cielo, Dios no está al margen, Dios-Trinidad infinito se ha volcado ya sobre nosotros. Vivir en el adviento incluso pasada la navidad es un modo muy perfecto de ser cristiano. Así lo describió el salmista: «Será como un árbol plantado al borde de la acequia, da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas, y cuanto emprende tiene buen fin». Me encanta vivir en adviento.