El evangelio de hoy es continuación del evangelio de ayer. Jesús sigue su conversación con los sumos sacerdotes y ancianos, que no han reconocido la autoridad de Juan, y por tanto no han reconocido la autoridad de Jesús. En el pasaje de hoy les propone meditar sobre la unidad entre palabras y hechos, para ello les habla de dos hijos. Un hijo responde ante la petición de su padre de forma negativa, pero luego se arrepiente y va a trabajar. El segundo hijo responde de forma afirmativa, pero después no va a trabajar. Jesús les pregunta: ¿quién de los dos hizo la voluntad de su padre? Los sumos sacerdotes y los ancianos contestan que el primero, con su respuesta dejan claro que reconocen que ante Dios lo importante no son las palabras sino los hechos. Una palabra dada que no se lleva hasta el final, que no se cumple, pierde todo su valor. Que importante es la fidelidad a la palabra dada ante Dios. De nada sirve decir palabras bonitas si después están vacías de acciones. La vida, los hechos, son nuestra mejor palabra pronunciada ante Dios.

Vemos a Jesús en este relato haciendo una crítica muy dura a los judíos, los compara con las prostitutas y publicanos, les dice que éstos les adelantaran en el reino de Dios. Israel es como segundo hijo, que dice que va a ir a trabajar pero luego no va. Israel se siente el pueblo elegido, el pueblo de la promesa, sin embargo, cuando llega el tiempo del cumplimiento de la promesa en Jesús no le reconocen. Sin embargo, las prostitutas y los publicanos que no se consideran elegidos, es más son rechazados, la promesa no es para ellos, son los que se abren al Mesías, son los que deciden ir a trabajar por el reino, por eso les adelantaran a los judíos.

Señor queremos ser como el primer hijo del evangelio de hoy. Aunque a veces, de primeras, nos cueste responderte con generosidad, sabes que queremos servirte y amarte, sabes que queremos ir a trabajar a tu viña, a nuestro mundo. Aunque te digamos que no con nuestras palabras, queremos decirte que si con nuestros hechos. Pero ayúdanos a creer en coherencia y en honradez, ayúdanos a unir cada vez más nuestras palabras con nuestras acciones. Fortalécenos para que podamos ser fieles a la palabra dada.

Ven Señor Jesús, te esperamos.