Una de las necesidades más básicas para el hombre es comer. Si no tenemos alimento vamos decayendo hasta morirnos. Por eso, es una de las principales preocupaciones del ser humano y, sobre todo, de los cabezas de familia y gobernantes de los pueblos, de los que tienen personas a su cargo o son responsables de los más indefensos. Así es la preocupación también de un pastor por su rebaño. En el pasaje del evangelio de hoy Jesús se compadece de una multitud que anda perdida, desorientada y en peligro de sucumbir en la vida y de hambre.

Los responsables de guiar al pueblo, como sus gobernantes, les han defraudado y no están llevando a cabo su responsabilidad, porque no hacen caso a Dios. Esto siembra la desconfianza en las instituciones y hace que la gente ande como ovejas sin pastor, perdida, con hambre de palabra de vida, de orientación, de encuentro auténtico con los otros y de camino para llegar a Dios. Hoy muchos se sienten así. Quizás no lo enfoquen de esta manera o ignoren la necesidad del Dios de Jesucristo, pero le dan otros nombres o formulaciones diversas. Hay hambre de honestidad, de justicia, de fidelidad, de palabra firme, de verdad, de fraternidad, de respeto, de referentes auténticos, de diligencia en los asuntos comunes, de sentido común, de sentirse seguro, etc.

En nuestra sociedad del primer mundo tenemos comida sobrante y muchas cosas, más de las que necesitamos. Pero, muchos están indignados e insatisfechos. La súplica del salmista del salmo 71 parece que es de nuestra actualidad; es perfectamente válida para la situación actual. ¿Qué hacer? Buena pregunta. Escuchemos la Palabra y llevémosla a nuestra vida.

San Juan no deja de repetir que nos amemos los unos a los otros como Dios nos ama. Es muy importante conocer el amor de Dios porque le conoceremos a Él y viceversa. Aprender a mar como Él nos ha amado y nos ama. No podemos confundir el amor auténtico que viene de quien lo ha creado y es Él mismo, con otras cosas o experimentos que fraudulentamente se les llama amor. Hay que ir a la «marca original» que es un don y no comprar «marcas blancas». Es un primer paso para vivir el amor y que los que estamos «hambrientos» podamos saciar nuestra hambre.

Esta es una tarea de todos y muy urgente para los que hemos conocido a Cristo, los primeros que tenemos que alimentar a los demás con nuestra vivencia del amor de Dios (Dadles vosotros de comer) . Tenemos de sobra para todos porque Dios lo da en abundancia. Por ello, no podemos caer en el egoísmo o la indiferencia, no dando  ni compartiendo este amor. Y la principal fuente y medio para ello es la Eucaristía, misterio de amor que se nos da en abundancia. ¡Cuántas Misas se celebran al día a nuestro alrededor! Tú, ¿la celebras a diario? ¿Los domingos? Entonces, si no, ¿como pretendes amar como Cristo ama? Los apóstoles, a pesar de sus dudas y de una fe pobre, obedecieron al Señor y fueron testigos de como sobró para alimentar al resto de pueblo que no estaba allí, simbolizado en el número doce de los cestos.

Tenemos tanto que nos ha sido dado y que se nos está dando. ¿A que esperas? Empecemos por nosotros mismos y démosles de comer.