Los discípulos vuelven encantados de su acción apostólica y le cuentan al Señor todo lo que han hecho en su nombre: han predicado, han expulsado demonios, han hecho milagros… Aun así algo de cansancio debió ver el Señor en sus rostros para que les invitara a retirarse con él a descansar.

Saber descansar en el Señor. ¡Qué necesario y a la vez qué difícil! El papa Francisco a los sacerdotes en la Misa crismal del año pasado les invitaba a saber descansar para darse mejor.

Estas indicaciones nos pueden ayudar también a nosotros. Entonces el Santo Padre advertía de una dificultad: cuando el peso el trabajo es grande podemos descansar de cualquier manera y entonces no descansamos en el Señor. ¿Qué sucede entonces? Que el descanso no es fecundo… nos cansamos más. ¿Qué hacer entonces? Decía el Papa:

Cuando uno sabe que, muerto de cansancio, puede postrarse en adoración, decir: «Basta por hoy, Señor», y rendirse ante el Padre; uno sabe también que no se hunde sino que se renueva.

Descansar en el Señor es adorar para renovarse. La Adoración Eucarística es un verdadero descanso.

El mundo de hoy nos ofrece descansos facilones que nos hacen centrarnos en nosotros mismos en lugar de ponernos delante del Señor y salir hacia el otro. Para poder descansar bien hay que suplicar el don del Espíritu Santo. Así lo pedimos en la Secuencia del Espíritu Santo: Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Pidamos a la Virgen María el don del descanso en el Señor. Ella que sabe preparar un hogar para Jesús nos muestre el camino para escuchar de Jesús la invitación a entrar en su corazón: Venid a mi los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré.