Estoy hecho una pena, Dolor de cabeza, de brazos y piernas, una tos que es la envidia de mis perros, aunque no tengo fiebre, es muy raro que yo tenga fiebre. Aún buscando un día más tranquilo habrá que ir a celebrar la Santa Misa, atender algunas personas, atender el despacho parroquial, hacerse algo de comer y ya surgirá algo que complique el día. A ver si puedo escribir algunos comentarios al Evangelio, ayer la tos no me dejaba. El tener un poco de gripe es muy incómodo, enseguida te sientes un inútil y no tienes ganas de nada. En pequeña escala te ayuda a entender el desánimo de los que realmente están enfermos de algo grave y te ayuda a comprenderlos. Cuando uno está enfermo lo que quiere es la salud y nos parece en esos momentos lo más importante.

Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: – «Si no veis signos y prodigios, no creéis» El funcionario real quería la salud de su hijo. Jesús puede parecer un poco “distante” con su respuesta. Jesús curaba enfermos, el hijo del funcionario estaba enfermo y quería que sanase ¿Qué había de malo en eso para recibir esa contestación tan fría por parte de Jesús?

Jesús no vino a abrir un ambulatorio, ni un hospital, ni una clínica, ni tan siquiera un pequeño dispensario. Jesús podía no haber curado a ningún enfermo, no haber hecho ningún milagro (aunque son signos para ayudarnos a creer), y su n¡misión hubiera sido exactamente la misma. Jesús viene a traernos la salvación, a reconciliarnos con Dios Padre y a enviarnos el don del Espíritu Santo. Podría no haber hecho ningún milagro ni pronunciado ningún discurso y habernos salvado igual. Pero nos conoce, sabe que la fe entra muchas veces por el oído y por la vista y por ello nos ayuda a creer. De poco le hubiera valido a ese padre que su hijo se curase hasta la siguiente enfermedad, por eso a la hora séptima lo dejó la fiebre y creyó él con toda su familia. Esa es la verdadera curación.

Muchas veces pedimos cosas muy buenas y muy concretas a Dios, pero sería estupendo que siempre acabaremos esas peticiones (licitas y estupendas), con un “y auméntanos la fe” y el Señor nos concederá mucho más de lo que hemos pedido. Tal vez dentro de un tiempo sólo le pidamos que nos aumente la fe, el resto se dará por añadidura.

Que en esta cuaresma la Virgen María nos enseñe a pedir como nos conviene, que lo hará.

Voy a toser un rato por aquí, al menos hasta la hora séptima que tengo despacho.