Último domingo de Cuaresma. No sé qué tal habremos vivido estas semanas, pero aún nos quedan unos cuantos días hasta acabar en brazos de San José para vivir la Semana Santa. Un pequeño impulso más y viviremos en profundidad los misterios centrales de nuestra fe, ¡Ánimo! La liturgia de hoy nos ayuda a vivir estos últimos días con toda esperanza.

– «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».  Parece que los que están dispuestos a apedrear no faltan en ninguna época de la historia. Desde los comentarios en los blogs y las páginas web a las tertulias de después de comer. Por supuesto no podemos olvidar a los que son realmente apedreados por su fe. Esas palabras de Cristo «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra» parecen haber caído en el olvido. Sin embargo siempre -pero especialmente en este jubileo de la misericordia-, tienen que estar más presentes que nunca para caminar hasta la cruz.

Ya hubo en la historia una condena que escucharemos en los próximos días; ¡Ecce Homo!. “Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe”.”No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, corrientes en el yermo”. Acercarse a la cruz es acercarse al misterio de nuestro pecado y nuestra iniquidad. Mirando al condenado vemos nuestra propia condena, Por eso muchos se hacen enemigos de la cruz de Cristo, no quieren acercarse a ella pues descubren su propia miseria que se les echa en cara con toda su crudeza. Si nos acercamos a la cruz con miedo a recibir una pedrada daremos un rodeo para no acercarnos al Calvario. Con ese miedo preferiremos estar en la playa que en los oficios de Viernes Santo.

Jesús se incorporó y le preguntó:

– «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».

Ella contestó:

– «Ninguno, Señor».

Jesús dijo:

– «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más»

Cuando nos acercamos a la cruz nos damos cuenta que el juicio sólo se le puede dejar a Dios. Según avanzamos por la cuesta del Calvario vamos dejando las piedras que pensábamos lanzar (tal vez sobre nosotros mismos), y dejamos que sea al Hijo a quien se le confía el juicio. Y llegados a la cima, sólo cubiertos con nuestros pecados los presentamos al Señor y vemos que Él ya ha cargado con ellos. Reconociendo nuestro pecado, no ocultándolo ni vistiéndolo de virtud, escucharemos «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más» Y llegaremos a la Pascua vestidos de la misericordia de Dios. Si aun no lo has hecho procura hacer una buena confesión de tus pecados (en los confesionarios no tenemos cestas llenas de piedras), lleva a otros a la misericordia de Dios y sintámonos alegres por la salvación.

También hoy es el día del seminario. Muchas cosas tienen que hacer eso sacerdotes, pero pidamos al Señor por el aumento de las vocaciones aunque sólo sea para no encontrar nunca una parroquia cerrada, un confesionario vació, una traba más a la misericordia de Dios. se lo pedimos a nuestra Madre inmaculada y a San José, hacen falta más canales de misericordia.