¿Qué podremos decir si ha muerto la Palabra? Estamos en Sábado Santo donde se hace difícil concebir siquiera la existencia. ¿Cómo hay un mundo si su artífice y creador ha muerto? Silencio… Silencio para escuchar esa palabra de la cruz. Silencio para acoger el abrazo de amor de quien no puede abrazarnos desde ella. Silencio para escuchar el lamento de las víctimas en una gota de sangre que cae de la frente hasta la tierra.

Hoy es el día en el que meditamos el silencio de tantas personas en el mundo que no pueden o no quieren hablar, que están sufriendo las estructuras de injusticias, consecuencias del pecado de todos que, a veces, no nos queremos convertir y nos sumamos al silencio. Es el día en el que la liturgia de la Iglesia nos ayuda a ser conscientes de que Jesús realmente murió por nosotros. ¿Cómo sería la oscuridad y el silencio de un sepulcro nuevo de piedra?

Pero es un silencio con el que el Señor nos prepara para el gran acontecimiento de la historia que lo transforma todo. El sepulcro vacío es el hecho radical que lo cambia todo y que rompe el silencio para pronunciar la Palabra más enérgica y vivificante que podemos pensar: resurrección. Es la respuesta del Amor de Dios salvador a la cultura de la muerte que promueve el mundo, al vacío y al sinsentido del mal que mata al hombre con el pecado. Es el desenlace que Dios había planificado y por el que se había encarnado para devolvernos nuestra dignidad de hijos suyos. Es la derrota estrepitosa y definitiva del maligno y todos sus poderes y engaños.

Esta noche, en la rica, deslumbrante y emotiva Vigilia Pascual, rompemos la noche para que entre la luz del día de la fe. Jesucristo ha resucitado y esta Vivo. Es la celebración de las celebraciones, la más importante del año. La liturgia de la palabra nos llevará por un repaso de la Historia de la Salvación para ser conscientes de este plan de Dios y unas buenas mujeres serán las primeras testigos que nos darán esta gran noticia. Que maravilla de plan, que sabiduría la divina, todo encaja, no hay ni un cabo suelto; todo es para que creamos y tengamos vida eterna.

El silencio se rompe para hablarnos: si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Este es el gran mensaje que S. Pablo nos da en su carta hoy a los Romanos. Por ello, nosotros somos distintos, hemos sido liberados, estamos siendo salvados, porque gracias a la resurrección de Cristo nos considerarnos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, algo que progresivamente vamos viviendo. Es verdad que nos cuesta tiempo creérnoslo y por ello no terminamos de vivir libres de la esclavitud del pecado. Nos empeñamos constantemente en volver a nuestra vieja condición. Es como si tuviéramos la actitud primera de los apóstoles cuando las buenas mujeres les dieron la noticia de lo que habían visto, no creerlo. Pero Pedro, fue, vio y creyó. ¿Lo has visto ya? ¿A qué esperas a ir para encontrarte con el viviente? Ha resucitado, no esperes, deja de dudar, ha triunfado, vive una vida nueva.