Cuantas veces hemos recibido una sorpresa que nos ha cambiado la vida, o el día. Como nos gustan que nos den sorpresas agradables, porque se acuerdan de nosotros y somos importantes para alguien. La verdad es que las sorpresas con cosas positivas y buenas nacen del amor de las personas y de las buenas intenciones y deseos que se convierten en actos de amor.

También Dios, que nos ama inmensamente, nos quiere dar sorpresas, y la más grande que nos ha dado ha sido la resurrección de Jesucristo. Una sorpresa inmensa que para María Magdalena le pilló tan desprevenida que no termina de creérselo buscando a la comunidad para comprobarlo. Y diréis que una sorpresa es cuando te pillan precisamente desprevenido. Pero, los judíos conocían las escrituras, creían en la resurrección y, ya se había hablado en ellas del Mesías y su misión. Aún así, el Señor les sorprendió y las buenas mujeres buscaban a un muerto, como los apóstoles también esperaban encontrarlo. Pero, el Señor siempre nos sorprende.

¿Tú eres consciente de ello? ¿Te dejas sorprender? ¿Crees que ya lo has visto todo? El otro discípulo, Pedro y María Magdalena no. Vieron y creyeron. La fe de ellos que nació en su encuentro con Jesús, creció y se confirmó en la experiencia del resucitado. Una experiencia que tuvo consecuencias para sus vidas. Igual que nosotros hoy. Si no estamos dispuestos a dejarnos sorprender por el Señor, no viviremos la experiencia del viviente, las consecuencias de la resurrección. En esta vida nunca vamos a saber todo de Cristo y siempre nos va a sorprender con algo inesperado. La fe viva, auténtica, se vive así. Por eso hay que confiar en Él, esperar en Él, estar cerca de Él y, como la primera comunidad cristiana, compartirlo unos con otros, anunciándolo con nuestras palabras y nuestra manera de vivir a los alejados.

Estamos cansados de tanta rutina, formulismo y «sabiondos» que para todo tienen respuesta o explicaciones racionales y, a veces, simplistas o complicadísimas. Las personas estamos cansadas de formalismos y formulismos aparentes y carentes de vida, porque se ha olvidado su sentido o se ignoraba. Jesús nos sorprende rompiendo esquemas y a la vez cumpliendo los planes anunciados en la revelación. Es el Dios Encarnado que también siente y los puedes sentir. Escuchalo, acógelo, dejate amar por Él y ámalo, también en los demás. Date cuenta que el que Vive, se está expresando y se está manifestando en ti, en el prójimo, en la Iglesia y en el mundo ¡Sorpresa!

Feliz Pascua