El Señor hoy nos manda amar… Pero, como Benedicto XVI en la encíclica Deus Caritas Est, conviene que nos preguntemos: ¿El amor puede ser mandado? ¿El amor no es algo que surge? En esa encíclica el papa nos decía: el amor puede ser mandado porque primero es dado.

Jesús nos manda amar y además nos dice como hay que hacerlo. La medida del amor es el mismo amor de Cristo. Amar como Él.

¿Cómo es el amor de Cristo? Este amor lo expresará el Señor en el Evangelio como:

El amor más grande: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. El amor de Cristo el que llega hasta el extremo: Habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo… Se trata de un amor en gran cantidad: Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito. Y a la vez es un amor que abrasa: ardientemente he deseado comer esta pascua con vosotros. He venido a prender fuego a la tierra y ojala estuviera ya ardiendo.

Finalmente el amor de Cristo es en boca de Pablo: es paciente y servicial, no es envidioso, no se jacta ni se engríe, es decoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no tema en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia sino que se alegra con la verdad. Todo lo cree, todo lo excusa y todo lo espera. Así ama Cristo. ¿Es mi amor así? Evidentemente no. Por eso necesito pedir al Señor que me enseñe a amar como él.

Ser cristiano es amar como Cristo pero para ello necesitamos vivir como Cristo, vivir en Cristo. ¿Dónde aprendemos a amar así? En la cruz. Allí se cumple la profecía: Mirarán al que atravesaron. Cristo en la Cruz nos enseña a vivir un amor así. En la encíclica que hemos dicho al principio se nos presenta la cruz como escuela. ¿Qué es la Cruz? “… esto es amor en su forma más radical. Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan, ayuda a comprender lo que ha sido el punto de partida de esa carta encíclica: “Dios es amor”. Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar” (DCE12).

Es la contemplación del misterio del amor de Cristo en la Cruz la que nos impulsa a amar como Cristo. Contemplar el amor para amar: “Siempre que se piense en Cristo acordémonos del amor con que nos hizo tantas mercedes: que amor saca amor”, decía Santa Teresa de Jesús. (Vida. 22,14)

De ahí que nuestra vida no tenga otra finalidad que la de contemplar al que traspasaron; para sacar amor.

Que nuestra Madre la Virgen, la madre del amor hermoso nos enseñe a amar y encontrar en el amor de Cristo la lógica de la vida cristiana.