Quisiera centrarme en la lectura a la carta a los Romanos porque creo que es un mensaje de máxima actualidad para nuestro mundo y en concreto para nuestra sociedad española. Muchas personas se sienten profundamente decepcionadas de la política de nuestro país y el hecho de que tenga que haber nuevas elecciones provoca aún más cansancio y apatía interior. Hemos sido testigos de unos niveles de corrupción entre políticos y de unas dimensiones nuevas para el pueblo español. Por otro lado seguimos teniendo un altísimo porcentaje de nuestros jóvenes parados y sin perspectivas; algunos de ellos están emigrando a otros países. ¿Dónde queda la esperanza en todo esto?

San Pablo nos habla de” la esperanza no defrauda”, pero ¿por qué? ¿Por qué todo marcha bien? ¿Porque la época de San Pablo era mejor?  ¿Por qué tiene una mirada ingénua y optimista sobre la realidad? Al parecer no ignora las tribulaciones, y dice que éstas producen constancia, y que la constancia favorece virtud probada, y que de la virtud surge la esperanza. Cuando pienso en mi hermano o en tantas personas que nunca han experimentado lo que es trabajar muchos años en un mismo lugar y que han tenido que recomenzar en la vida tantas veces, me resuena con mucha fuerza  la palabra “constancia” de la que habla esta carta.

A continuación dice la carta: “la esperanza que no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.” Si nos fijamos en nuestra sociedad hay muchos signos que nos hablan de esperanza. Por ejemplo cuando hace unos meses el papa Francisco pidió que abriéramos las puertas de nuestras casas y de nuestras parroquias a las familias refugiadas que vienen huyendo de la guerra en Siria. Mucha gente ofreció su hogar y varias parroquias se pusieron en marcha. La política de acogida se ha ido cerrando cada vez más hasta llegar al pacto con Turquía. Aunque apenas han llegado familias sirias a España, es de remarcar que la gente de a pié  tiene una gran disposición. En esto se puede ver que el Espíritu Santo está derramado en nuestros corazones, más allá de lo que muchas veces vemos o somos conscientes. Hay muchas personas que están haciendo el bien, yendo más allá de lo establecido, siendo columnas en sus familias, perdonando y que siguen entregándose por los demás, aunque nadie se lo agradezca. Dejemos que éste amor sembrado dentro de nuestros corazones pueda seguir haciéndose presente en nuestra sociedad ahí donde estamos cada uno.