Una de las cualidades de las personas que más valoramos y nos ayuda a confiar y sentirnos seguros con ellas es su honestidad y seriedad a la hora de hablar. A veces hablamos mucho y la mayoría de las conversaciones carecen de profundidad y no son trascendentales, o realmente importantes para nuestra vida. Pero, en lo que hablamos todos queremos que no nos engañen y nos digan la verdad, que sea veraz lo que se dice.

Hoy en día cada día esto es más difícil y, en ciertos ambientes, situaciones o círculos de personas, se miente cada vez más. No digamos en los medios de comunicación o en las redes sociales. Hasta en las «altas esferas», la mentira se ha instalado de forma permanente ¿Por qué? Jesús nos dice que él es el Camino, la Verdad y la Vida. Por tanto, si cada día nuestra sociedad está más secularizada y las personas se alejan del Señor, hasta ignorarle o rechazarle, acusando a la religión de algo dañino y causante de los males del hombre, entonces, cada día la sociedad, las personas, se alejan cada vez más de la Verdad. Esto está provocando que el relativismo domine sus vidas hasta distorsionarlas, de tal manera, que ya no se sabe que es verdad o mentira, llegando a la esquizofrenia de que todo parece que da igual. Así, la desconfianza se está normalizando y la «palabra» de una persona no vale nada.

Esto es lo que creo que quiere curar y evitar el Señor en la pasaje de hoy de San Mateo que estos sabios consejos para ayudarnos a no caer en la trampa del maligno y que nuestra «palabra» sea veraz y tenga la fuerza y la solvencia necesaria ante los demás. Si no le hacemos caso, estamos perdidos. Tú eres testigo de lo que está pasando en la vida de tantas personas, de nuestra sociedad, al margen de Dios.

Hoy celebramos en la liturgia de la Iglesia a San Bernabé, un judío originario de la isla de Chipre. Afincado en Jerusalén, ejercía el ministerio de levita. Fue uno de aquellos servidores del templo que se unieron a la comunidad de los discípulos de Jesús. Su verdadero nombre era José, pero los apóstoles le dieron el sobrenombre de Bernabé, que significa: «hijo de la profecía». Bernabé fue quien llamó a Pablo para el ministerio de la evangelización y fue durante un tiempo uno de sus grandes colaboradores. Ellos tenían una fuerza impresionante con su palabra (instruyeron a muchos; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor) porque estaban cerca de Dios, sus vidas al servicio del Señor, y no dejaban de acercarse cada vez más a Él.