oracion-a-diosQué bien entienden las personas que se quieren los ritmos en el diálogo. No les importa andarse callados, sosegarse cuando no tienen qué decirse, lanzarse al albero de una discusión cuando la cosa no ha quedado clara, reírse cuando apenas hace falta decirse nada. Nunca hay textos aprendidos que seguir con fidelidad, su trato es improvisado. Eso ocurre en el jazz, funciona un bajo continuo y sobre él nacen melodías breves y discontinuas.

La oración también es muy así, el Señor prevé a los suyos para que no usen muchas palabras o anden en selección de términos, como si el cálculo de la palabra precisa y su duración afectaran al receptor, a Dios mismo.

Siempre recuerdo aquel cuento oriental del analfabeto que no sabía rezar y por eso le decía a Dios, “Padre, como apenas sé hablar y me cuesta mucho expresar lo que quiero decir, voy a repetir el alfabeto diez veces, así tú vas escogiendo las letras que compongan las frases que necesito”. Dice el autor del cuento, que aquel día, la oración del analfabeto fue la primera que llegó a los pies del Altísimo.

Las oraciones del corazón son breves y punzantes, ¿no te pasa eso mismo cuando miras a una persona a quien amas? Cuando tienes delante a tu bebé, ¿no lo taladras con los ojos y detrás de ellos pones todo el corazón? ¿Ves? No te hacen falta las palabras, has adelantado el alma y así has contado todo lo que llevabas dentro. El Señor ve el alma como una piedra brillante y nítida, bronceada por el sol.

Al Señor sinceridad en los ojos, pocas palabras, el corazón atento, el entusiasmo en la pole de salida. Con Dios no se reivindica lo propio, como si gritarle supusiera la clave para que se desamodorrara de una vez y cayera en la cuenta de que yo soy importante. Antes de que sufras, Dios ha puesto su mano para curarte, sólo que no te fías, y crees que tienes que acudir un millón de veces a Él porque tiene demasiada gente a la cola, y entonces recurres a los curas, “padre, rece usted por mí, que usted está más cerca y le hará caso”. Y lo estropeas, porque el Señor está cerca del sincero, del enamorado, no entiende de ubicaciones.