handpapertimewisdomwordsvalueurtime-12a882a847d870defcdb8d04476f7319_hLa acumulación conduce siempre al desorden. La acumulación tiene que ver con el amontonamiento, las cosas que se dejan unas sobre otras. ¿No te pasa que cuando llegas del trabajo dejas la chaqueta en el respaldo de la silla, las llaves en un rincón de la mesa, los folios en un lado y el periódico en no se sabe dónde? Lo malo es que allí mismo estaban las cosas con las que tu hijo ha jugado todo el día, y también las de tu mujer. Entonces la mesa del salón se va pareciendo a un palimpsesto lleno de capas. Al día siguiente, da por perdida la mitad de lo que abandonaste de cualquier manera, porque si la acumulación genera desorden, el desorden conduce a la pérdida.

El desorden favorece un estilo de vida en el que no hay nadie en la cofa del barco, ni existe timonel, el barco sólo se mueve. Qué distinto es empezar el día diciéndole al Señor

Mira, hoy me irán sucediendo tantas cosas que no sé por dónde voy a empezar, ordénamelas tú. Ayúdame a saber escuchar en la reunión de esta mañana y a no ser el que siempre mira de refilón el reloj para escaparse cuanto antes. Ayúdame a que cada cosa tenga peso, porque el tiempo no es oro, es tuyo”.

Sin quererlo, hablando así, estás predisponiendo tu alma para que el Señor ponga su diseño en ella y en todo cuanto hagas. Ya no acumularás, irás perdiendo la sensación de desorden, de hacer por hacer, de sobrevivir. Pero no te quedes con la copla de que ordenar versus acumular es una virtud moral, es que Dios quiere que vivas la vida con intensidad, y el que amontona no sabe lo que hace, va a ciegas. El secreto no está en eso que hoy se llama mindfulness, una atención plena o conciencia plena de las cosas. Vivir así es imposible, no tenemos gasolina para llegar tan lejos. Pero si dejas que el Señor entre en tu vida, entonces te sugerirá dónde poner atención y dónde poner… las cosas