¿Cuáles son las herramientas que al Señor le parecen imprescindibles para evangelizar? El Señor a los apóstoles no les dio grandes cursos de estrategia pastoral ni cursos de oratoria ni de redes sociales (que entonces no había). El Señor les mandó sin oro en la faja, ni plata ni cobre, sin alforja ni sandalias y ni túnica de repuesto, sin bastón… Sin seguridades materiales y sin más apoyo, o bastón, que la Confianza.

Según algunos exegetas esto es para evitar el instalarse pues recuerda a una de las leyes del Templo de Jerusalén. Precisamente para que no se quedaran los peregrinos a dormir en la explanada del Templo estaba prohibido entrar con bolsa alforja y bastón.

Podemos ver detrás de este modo de evangelizar el deseo del Señor a no instalarse y apoyarse en las propias seguridades sino a apoyarse en la Misericordia del Señor. Sólo así puede uno ejercer la misma misión del Señor.

¡Dichoso cambio!, decía San Juan Crisóstomo, en lugar del oro, de la plata y de otras cosas parecidas, recibieron el poder de dar la salud a los enfermos, de resucitar a los muertos y de otras cosas semejantes: por eso no les dice desde el principio: «No poseáis oro ni plata»; sino después de haberles dicho: «Limpiad los leprosos, arrojad los demonios». Por donde se ve que de hombres, por decirlo así, hizo ángeles, dejándoles libres de toda solicitud por las cosas de esta vida, a fin de que no tuvieran más cuidado que el de la predicación y aun quitándoles este cuidado con aquellas palabras: «No estéis inquietos por lo que habéis de hablar», porque lo que os parece pesado y difícil, os será muy ligero y fácil. Nada hay más dulce, que el no tener cuidado de ningún género y sobre todo si se puede tener la confianza de que lo podemos poseer todo sin desear nada, con la presencia de Dios que siempre está atento a todas nuestras necesidades.

Les da autoridad para ejercer su misma misión. Ahora bien, Él no abandona jamás a su enviado. Lucas narrándonos el envío ya no de los 12 sino de los 72 discípulos añade que los envía delante de Él a donde pensaba ir Él. Se da un paso más en la intimidad. Si el discípulo es aquel que va detrás de Jesús, ahora el apóstol es el que va delante de Jesús. Es el que prepara el camino al Señor como el Bautista.

San Gregorio lo explicaba de la siguiente manera: Con razón se dice que los mandó por delante a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. En efecto, el Señor viene detrás de sus predicadores, ya que, habiendo precedido la predicación, viene entonces el Señor a la morada de nuestro interior, cuando ésta ha sido preparada por las palabras de exhortación, que han abierto nuestro espíritu a la verdad. En este sentido, dice Isaías a los predicadores: Preparadle un camino al Señor; allanad una calzada para nuestro Dios. Por esto, les dice también el salmista: Alfombrad el camino del que sube sobre el ocaso. Sobre el ocaso, en efecto, sube el Señor, ya que en el declive de su pasión fue precisamente cuando, por su resurrección, puso más plenamente de manifiesto su gloria. Sube sobre el ocaso, porque, con su resurrección, pisoteó la muerte que había sufrido. Por esto, nosotros alfombramos el camino del que sube sobre el ocaso cuando os anunciamos su gloria, para que él, viniendo a continuación, os ilumine con su presencia amorosa. (San Gregorio Magno. Homilía 17)

Que María nos enseñe a anunciar el Evangelio desprendidos de todo y apoyados en el Señor.